La fe sin influencia de la religión amplía la visión. Y cuanto mayor es la distancia de la religiosidad, mayor es la visión.
Existe una historia que muestra bien la diferencia que hace tener visión. Dos representantes de la mayor fábrica de zapatos fueron a India. Al llegar, ambos vieron el mismo escenario: la mayoría de la población estaba sin zapatos. El primero llamó inmediatamente a su supervisor:
— Cancele todo, el negocio en este país es prácticamente imposible. ¡Todo el mundo anda descalzo! No hay mercado aquí, ¡nadie usa zapatos!
Por su parte el segundo, al evaluar la situación de aquel pueblo, llamó al supervisor, muy entusiasmado:
— ¡Puede triplicar la producción! ¡Aquí, todo mundo anda descalzo! Nunca vi un mercado tan prometedor, ¡todos aquí están necesitando zapatos!
La misma situación, dos formas diferentes de verla. La primera, sin visión, hace que la persona desista, incluso antes de intentarlo. Condena a la persona al fracaso. La segunda, con visión, hace que la persona insista, persevere, siga adelante. En este caso, el éxito es inevitable. Las decisiones que llevan al éxito o al fracaso tienen origen en la forma de pensar que, a su vez, solo cambia cuando usted amplía su visión.
En la caminata hacia el éxito, no se puede depender de nadie, además de Dios y de sí mismo. No espere que algún rico se compadezca de usted.
¿Cuál es el interés del rico en la prosperidad del pobre?
¡Ninguno!
El día que el pobre sea rico, ¿quién va a lavar los calzoncillos del rico?
Para que este mundo injusto se mantenga, es necesario que existan pobres para ser explotados por injustos que aman al dinero. Por eso, quien lucra con la injusticia no tiene interés en la prosperidad de quien no tiene nada.
La Universal predica la filosofía de la prosperidad, que contraría a los religiosos hipócritas. Estos no quieren que los pobres se enriquezcan porque eso iría contra sus intereses. Quien está preocupado en conseguir su supervivencia diaria, vendiendo el almuerzo para comprar la cena, no tiene tranquilidad ni para pensar. Y lo que las religiones menos quieren es que las personas piensen.
La salida hacia una vida de calidad es practicar la fe pura e inteligente, que nos aproxima a los pensamientos de Dios, a la visión que Él tiene para Su pueblo — que no es nada pequeña. Esa fe está tan lejos de la religión como el sur del norte.
Las religiones enseñan que Jesús era pobre. Él fue pobre mientras no venció la muerte. Pero después de que venció la muerte, se sentó a la Derecha de Dios Padre, Todopoderoso, Rey de los reyes, Señor de los señores y asumió todo el Poder, toda la gloria, toda la riqueza y grandeza que Le es peculiar. Por esa razón, hoy Él puede cumplir Su promesa de darnos vida con abundancia. No la noción de “abundancia” que un ser humano puede tener, sino la idea de la abundancia del Rey de los reyes, dueño de todo oro, de toda plata, de toda la Tierra y del Cielo.
Frente a eso, ¿qué puede ser imposible?