Mi nombre es Michael Bermudez, tengo 35 años de edad. Por medio de amistades, aún en la adolescencia, comencé a vestirme de mujer y me involucré en la prostitución. Fui expulsado de casa, encarcelado y también comencé a consumir drogas. Me puse siliconas, transformé mi rostro, mi nariz, mis labios y me raspé los huesos del rostro, de la cara etc. Todo el tiempo veía sombras e imaginaba que todos conspiraban contra mí.
Un día, por la invitación de mi abuela, decidí ir el domingo a la Iglesia Universal. Tomé la decisión de cambiar de vida y me bauticé en las aguas. El día del bautismo me sentí liviano, una paz que nunca había experimentado en mi vida, como si alguien me hubiera sacado todo el peso que cargaba. En la Iglesia Universal nadie me criticó y nadie dijo que tenía que cambiar. Fue dentro de mí, ¡fue increíble! Entonces comencé a sacarme todo, poco a poco. Comencé a frecuentar las reuniones de liberación, y hoy soy un hombre libre, estoy realizado. De hecho, tengo la felicidad que nunca tuve.