“Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”
(2 Corintios 4:8-10)
Cuando surjan las luchas, cuando el sacrificio sea exigido; cuando el esfuerzo parece difícil de soportar, recuerdo eso. Nunca nadie dijo que sería fácil. Al contrario.
Atribulados en todo, mas no angustiados – Los problemas vendrán. Las persecuciones, las presiones, las dificultades de la caminata pueden atribularnos, pero jamás pueden angustiarnos.
En apuros, mas no desesperados – Podemos sorprendernos negativamente con alguna situación. Puede suceder que nos decepcionemos de alguien. Sin embargo, nada de eso tiene poder para desanimar a aquel que vive y respira la fe.
Derribados, pero no destruidos – Aunque la persecución sea tal que nos deje exhaustos al punto de derribarnos, jamás nos destruirá. Porque nuestra fuerza viene de nuestra fe. Nada quebranta a aquel que está bien afirmado en la Palabra del Autor y Consumador de nuestra fe.
Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús – Sacrificando lo que fuera necesario, día tras día. Sacrificando sus deseos; sacrificando su voluntad; sacrificando su vida a favor de lo que es correcto.
Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. – Para tener el privilegio de volverse habitación del Espíritu del Altísimo. Todas las dificultades de la caminata valen la pena por el Premio que nos es concedido. La vida, que viene con el Espíritu de la Vida. La vida abundante, aquí en este mundo; y la vida eterna, después de la muerte.
Vale la pena soportar las luchas. Con Dios, la victoria es inevitable.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo