Muchos padres permiten que sus hijos pequeños prueben bebidas alcohólicas durante una fiesta o un evento familiar. Entre los años 1980 y 1990, esta actitud era común y considerada inocente, ya que la intención de los padres era que su hijo probara el alcohol en la casa, con su supervisión.
Hoy en día, con mayor acceso a la información, muchos responsables se dieron cuenta de que esta actitud es, en realidad, perjudicial, pero la costumbre todavía permanece en muchos lugares.
De acuerdo con una investigación realizada en Reino Unido, la mitad de los padres de niños menores de 14 años permite que sus hijos consuman bebidas alcohólicas en casa. El porcentaje es del 11% en los niños de 5 a 7 años.
El estudio muestra que el 34% de los entrevistados permite que sus hijos beban y no piensan que está mal.
Consecuencias devastadoras
A pesar de que la intención de los padres es de prevención, las consecuencias de ese acto pueden ser terribles, ya que estimula el contacto con el alcohol. El niño tendrá tendencia a ver el uso e incluso el abuso de la bebida como algo normal. Será más difícil identificar los límites y facilitará la entrada de las drogas más peligrosas.
Fue lo que ocurrió con la empresaria Elaine de Oliveira (foto al lado), que hoy tiene 29 años. Aproximadamente a los 8 años ya había probado la cerveza que siempre veía que su padre tomaba. “Mi padre consumía muchas bebidas alcohólicas; en casa él siempre guardaba en la heladera y en los armarios. Varias veces le pedí tomar un trago. Él se reía, me decía que era muy chica, pero terminaba dándome”, relata.
Elaine tuvo curiosidad de imitar el comportamiento de su padre, pero no se imaginaba las consecuencias que le traería en su adolescencia. “Mis padres se separaron y yo estaba muy sola, porque mi madre tenía que trabajar mucho para sustentarnos a mí y a mi hermana. A los 13 años tuve amigos que me presentaron otras bebidas y comencé a beber constantemente”, cuenta.
En aquel momento, Elaine incluso faltaba a clases para poder tomar alcohol; ya no tenía límites y se embriagaba constantemente. “Varias veces me tuvieron que cargar mis compañeras, me peleaba, hasta que, en un Carnaval, intenté el suicidio. Me quise cortar las venas, pero no lo logré. Después entré en una profunda depresión; quería morir”, recuerda.
Los problemas de Elaine solo se terminaron cuando conoció la Universal. “Fue mi última puerta. Participé en las reuniones, pero, no fue fácil. Siempre me invitaban a salir, pero me mantuve firme en mi decisión, perseveré y me liberé del vicio del alcohol”.
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