Ariel: “Vengo de una familia trabajadora, mis padres me criaron de la mejor manera y dándome lo mejor que pudieron. Hasta los 20 años yo no conocía lo que era fumar un cigarrillo ni emborracharme. Si salía a bailar, tomaba gaseosa. Tenía pensamientos buenos y proyectos. Para ese tiempo había formado mi familia y tenía un hijo.
Me desilusioné de la vida y empecé a andar en la calle. Ahí conocí todo lo malo, me metí en la delincuencia, probé marihuana y comencé a necesitarla para motivarme. La primera vez que fumé marihuana la pasé mal, sentía que me moría; le pedí auxilio a mi esposa y ella no podía entender cómo una persona sana como yo estaba drogándose. En ese momento dije que eso no era para mí, que no iba a drogarme nunca más porque me agarró miedo. Pero al otro día me dije a mí mismo que había estado bueno lo que había sentido y comencé a experimentarlo de vuelta en dosis menores.
Después le empecé a agregar pasta base a la marihuana y mucho alcohol. Lo siguiente que hice fue empezar a probar LSD, pastillas y cocaína. A partir de ahí las cosas fueron cambiando, me pasaba todas las noches despierto por las calles y cuando no estaba en la calle me quedaba en mi casa y hacía montañas de marihuana y cocaína y las fumaba, las mezclaba, me hacía cócteles de droga.
Dentro de casa cuando no me drogaba era una persona muy agresiva, no podía compartir nada en familia. Deje de frecuentar la casa de mi mamá porque necesitaba mínimo cada media hora fumar un porro, si no lo hacía empezaba a traspirar, me temblaban las manos, me ponía agresivo, siempre buscaba algo para discutir. Esto me llevó a alejarme de mi familia, no podía salir de paseo ni de compras con mi esposa porque de la nada me peleaba con alguien en la calle, muchas veces terminé mal; una vez con cuatro tiros en el cuerpo, sin caminar.
El peor momento fue una noche en que alguien me había regalado muchas pastillas y las tomé todas, estuve seis días empastillado. Hice un montón de locuras, andaba en mi camioneta con dos ruedas reventadas sin darme cuenta. Mi esposa me dejó y no me dejaba ver a mis hijos, me quedé completamente solo. Mi esposa soportó todo casi diez años, muchas veces la lastimé, le fallé y le mentí; le destruí la vida. Jamás pensé que iba a terminar de esa manera.
Participando del Tratamiento logré poner los pies sobre la tierra, luché para dejar las drogas y así poder recuperar a mi familia. Hoy estoy muy feliz con mi esposa y pudimos casarnos. Ahora trabajo para darle lo mejor a mi familia, los amo. Desde el día que dejé las drogas gracias a la ayuda del Tratamiento nunca más las probé ni tengo deseos de hacerlo. La gente se sorprende del cambio que tuve, nunca pensaron que podía recuperarme”.
Participe usted también de la reunión de la Cura de los Vicios y compruebe en su vida o en la de un ser querido que existe una salida para este mal. Lo esperamos este domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070, Almagro.
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