“Porque no os es cosa vana; es vuestra vida, y por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella.”
(Deuteronomio 32:47)
Quien vive según la Palabra de Dios, vive según Su voluntad. La Palabra de Dios demuestra el carácter de Dios. Él solo habla la verdad porque adentro Suyo solo hay verdad. La palabra de alguien demuestra el carácter de ese alguien. Cuando una persona habla, lo que hay dentro de ella es expuesto a través de su palabra. Y si no cumple, queda manifiesto su mal comportamiento. Dios trabaja con la Palabra y exige que Sus hijos honren la palabra.
Como hijos de Dios, tenemos que tomar nuestra palabra en serio así como Él toma Su palabra en serio. Incluso en las cosas triviales. Si yo marco un compromiso, llego como mínimo 15 minutos antes. Tomo en cuenta el tránsito y todos los demás percances que pueda tener por el camino. Si usted llega atrasado, no me va a encontrar más. Si puedo cumplir mi palabra, ¿por qué no voy a exigirle que usted cumpla la suya?
Atrasarse en el pago de las cuotas también es una señal de que usted no le ha dado importancia a su palabra. Si usted sabía que no lo iba a poder hacer, ¿por qué compró en cuotas? Son cosas pequeñas que reflejan lo que hay dentro de la persona. Los hijos de las tinieblas actúan así. Ellos son mentirosos, fingidos, disimulados. Pero quien es de Dios, honra su palabra. En todo. Llueva o haya sol.
Excepcionalmente, por un accidente, la persona puede fallar, pero no es algo normal. Lo normal de ella es honrar sus compromisos. Son pequeñas cosas que muestran el carácter de la persona que se compromete con la otra. Ahora, como Dios honra Su Palabra, Él quiere que nosotros honremos nuestra palabra. Ese es el carácter de Dios y el de Sus hijos.
Honre su palabra no solo con Dios, sino con sus semejantes.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo