“Bendecid al SEÑOR, vosotros todos Sus ejércitos, ministros Suyos, que hacéis Su voluntad.”
(Salmos 103:21)
Un ejército se caracteriza por las normas rígidas de disciplina, de obediencia incondicional, de orden, de respeto, de jerarquía y sumisión. Cuando un joven va al ejército ya sabe de antemano que tiene que integrarse a la disciplina rígida contenida allí. En un ejército, todos, sin excepción, tienen que someterse a las reglas.
En la guerra, si el sargento en el frente de batalla les ordena a sus soldados que ejecuten una determinada misión y uno de ellos desobedece, toda la tropa es puesta en riesgo. La victoria puede escurrirse de las manos como agua. El ejército exige una disciplina a causa del objetivo, que es vencer sus batallas. En el ejército de Dios no es diferente. Todos tienen que tener el mismo espíritu; todos tienen que tener el mismo carácter; todos tienen que tener el carácter de la justicia y de la fe; de lo contrario, el Señor de los Ejércitos no puede contar con ellos.
Él lidera a aquellos – y solamente aquellos – que viven dentro de una disciplina; una disciplina espiritual; una disciplina de obediencia, de sumisión; una disciplina tal que no deja duda de que aquel soldado es verdaderamente un soldado de Dios que hace Su voluntad.
El Reino de Dios es un ejército de mujeres y hombres abastecidos de una sola fe, de un solo Espíritu, con un solo objetivo; el objetivo del Señor de los Ejércitos. Este ejército aumenta día a día, para que Él pueda vencer en este mundo las injusticias e implantar en los corazones el Reino de Dios. ¿Quién está dispuesto a ser fuerte, valiente, a asumir su papel en esta batalla, poniendo en práctica lo que ha aprendido?
Usted es convocado a integrar las filas del ejército del Señor de los Ejércitos.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo