La pileta del baño sucia con un poquito de pasta dental y la tabla del inodoro levantada son capaces de llevar a muchas mujeres a la locura. Sin contar cuando encuentran la toalla mojada sobre la cama o cuando descubren a alguien con los zapatos sucios dentro de casa, encuentran pisadas en el suelo que acaban de limpiar, ven a alguien comiendo y dejando migas en el suelo…
Todo eso suele ser irritante, pero si por un lado los retos y las quejas pueden ayudar a mantener la casa ordenada, este tipo de actitudes y exigencias pueden hacer que la casa sea un lugar desagradable y poco reconfortante.
¿Casa o cuartel?
Muchas prefieren tener la casa ordenada y limpia a tener que vivir con sus hijos y su marido en un ambiente acogedor. Al someterlos a tantas manías, no se dan cuenta de que perjudican su relación con ellos. Muchas ni disfrutan de sentir el aroma a limpio porque miran el reloj y se dan cuenta de que los chicos pueden llegar en cualquier momento y, en pocos minutos, echar por la borda todo el trabajo de un día.
No es el fin del mundo
La organización es necesaria, trae practicidad, facilita la rutina y quita complicaciones, pues sabemos cuál es el lugar de cada cosa. Es bueno para todos y tiene sus beneficios, pero todo lo que sobrepasa los límites muestra un desequilibrio y tiende a convertirse en algo perjudicial para nosotras mismas y para quien nos rodea.
Tener a mano una lista de lo que debe hacerse y saber adaptar las prioridades a la rutina diaria ayuda mucho. Contar con la colaboración de todos los que viven en la casa, también. Pero dejar de salir para hacer la limpieza ya es demasiado. Al final, siempre habrá ropa que planchar y papeles que ordenar.
En su blog, la escritora Cristiane Cardoso describe que ya pasó por ese dilema: “Hay mujeres que necesitan hacer algo y rápido, sino no están en paz. Todo tiene que estar en su lugar, todo tiene que planearse, todo tiene que ser resuelto lo más rápido posible. Yo sé lo que es querer resolver todo, encontrarle la vuelta a todo y creer que uno tiene superpoderes para hacer todo a tiempo”, cuenta. Por eso, Cristiane aconseja a buscar el equilibrio. “Su día solo será totalmente provechoso si no sucede nada más que lo que usted planeó, pero, si sucede, tenga calma, respire hondo y busque programarse de la forma más eficaz”, aconseja.
Los problemas surgen, los imprevistos suceden, y los compromisos aparecen cuando menos se los espera. La clave está en respirar hondo y dejar lo que no pudo hacer hoy para otro día.
¿Completó dos de las cinco tareas programadas? El mundo no se va a venir abajo si deja algunas tareas para después.
Y, mientras el mañana no llega, ¿por qué no aprovechar el presente? Su marido, sus padres, sus hijos no tienen fecha de vencimiento. Haga lo necesario para mantenerlos cerca, deles valor, sea grata. Y recuerde que la casa es sinónimo de descanso, relax y renovación de fuerzas para todos. Aproveche ese tiempo con ellos.
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