“Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién Le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”
(1° Corintios 2:16)
¿Cómo negar el efecto transformador del carácter cuando se posee la Mente de Cristo? No es cuestión de ser o no religioso, ni de pertenecer a una determinada denominación; sino que se trata de una nueva mente, una nueva vida, una nueva criatura, un nuevo hombre.
El hombre natural le da lugar al hombre espiritual; el hombre egoísta le da lugar al hombre generoso, el hombre malicioso le da lugar al hombre bondadoso. El cambio es brutal en todos los aspectos. Sin embargo, la más acentuada se refiere a las relaciones, tanto en relación a los familiares y amigos, como en relación a los enemigos.
Vea la Mente de Jesús en Su enseñanza:
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43-44).
Y en Su práctica:
“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
¿Quién estaría dispuesto a amar a sus enemigos y a perdonar a sus asesinos, si no tuviera la Mente de Cristo o el Espíritu de Cristo?
Refiriéndose a sí mismo y a los cristianos en Corinto, Pablo garantiza:
“Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1 Corintios 2:16).
Y usted, lector amigo, ¿también tiene la Mente de Cristo?
Analice sus actitudes y pensamientos, y responda honestamente esta pregunta.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo