“Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia; mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza.”
(Proverbios 21:5)
El diligente es cuidadoso, disciplinado, aplicado, trabajador. Sus pensamientos tienden a la abundancia, porque son muy bien pensados y ejecutados con cuidado y conciencia. Conciencia de fe, en la certeza de que, al perseverar, inevitablemente alcanzará la vida abundante que le fue prometida. Su intelecto trabaja en cada etapa del proceso. Corre los riesgos necesarios para el crecimiento, pero siempre de forma consciente y racional.
Por otro lado, el que se apresura alocadamente tiende a la pobreza, porque no piensa. Es emocional y suicida. Quiere cosechar antes de sembrar. Y, si siembra, no quiere esperar el tiempo de la cosecha. El diligente sacrifica, pues sabe que, para que sus planes se concreticen, necesita tener paciencia y perseverancia. Por otra parte, quien se apresura alocadamente, no tiene paciencia y no logra perseverar. Ansioso e inconstante, duda a la primera señal de tardanza. Reclama, rezonga y desiste si no recibe lo que quería inmediatamente.
No hay manera de construir nada así. Quien quiere prosperar tiene que trillar el camino estrecho de la disciplina. El camino del sacrificio. No es fácil, pero todo depende de lo que usted quiere. ¿Usted quiere abundancia o pobreza? Su elección ante los desafíos es lo que va a determinar el resultado que alcanzará.
Cuidado con apresurarse alocada e irracionalmente. Use la mente y sea ese diligente bendecido.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo