Lo que comenzó como un simple dolor de cabeza se convirtió en el momento más difícil de la vida de Macarena Azura, una chica de 27 años que vivió en carne propia lo que la fe de una madre puede hacer.
“Fui al médico clínico porque tenía fiebre. Empecé a tener dolores de cabeza, pensaba que era un dolor normal. El médico me dijo que no era nada para preocuparse, me diagnosticó anginas y me medicó. Volví a casa, tomé la medicación, pero el dolor de cabeza se acentuaba”, recuerda Macarena.
Lucy, su madre, decidió repetir la consulta: “Dos días después, la llevé a un hospital cerca de casa, donde me dijeron que era meningitis. Me sorprendí, ella estaba muy mal, casi no abría los ojos. Le hicieron una punción lumbar y detectaron sangre, no se dieron cuenta que provenía del cerebro. Decidí llevarla a otro lado antes de que volvieran a punzarla.
En otra clínica le hicieron una tomografía y el médico me dijo que era más grave de lo que pensaban, mi hija tenía un coágulo en la cabeza, había sufrido un ACV hemorrágico y su cerebro estaba inundado de sangre. No entendía nada, sentía que me habían movido el piso. La llevaron a terapia intensiva y siguieron haciéndole estudios. Para mí fue muy difícil, muy duro.
Me dijeron que había que esperar a que el cerebro se desinflame y después, operarla sí o sí. Pero ninguna madre quiere que le abran la cabeza a su hijo”.
Macarena estuvo 12 días internada en terapia intensiva y los médicos no le daban pronósticos positivos a su madre, decían que la sangre no se iba a reabsorber, que debían operarla. Tampoco daban garantías sobre el estado en el que quedaría tras la intervención: “Los riesgos eran muy grandes, podía quedar de cualquier forma, ciega, hemipléjica, sorda, muda, incluso ya tenía problemas para hablar”, afirma ella.
Lucy decidió recurrir a Dios para que hiciera un milagro en su hija. “Yo ya concurría a la Universal y por eso decidí hacer un voto con Dios en el Altar. Le dije que no quería que a mi hija le tocaran la cabeza. Mis palabras fueron ‘me diste una hija sana, la quiero de vuelta sana’. Y en el Altar encontré la respuesta”.
Al día siguiente, Macarena empezó a mejorar, la sangre comenzó a reabsorberse, y los médicos se sorprendieron. “Le cambió el semblante, le hicieron una angiografía y dijeron que ella no tenía nada, ni una vena mal, absolutamente nada, solo quedaba una cicatriz muy pequeña, que era de donde se había producido el derrame.
Hoy ella está perfecta, sana, tiene proyectos, no toma medicación, los estudios salen perfectos, es una chica sana, tal como le pedí a Dios que me la devolviera”, finaliza Lucy, y Macarena completa: “No hizo falta la operación. Hoy tengo una vida normal gracias a Dios”.
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