“Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.”
(Hechos 5:29)
Por eso el Señor Jesús afirmó que no vino a traer paz, sino espada. Los apóstoles fueron interrogados por el sumo sacerdote al respecto de haber desobedecido la orden de no predicar el Evangelio. Sin embargo, habían recibido una orden anterior a esta del propio Señor Jesús, para que predicaran el Evangelio a toda criatura.
Entre obedecer a Dios y a los hombres, no lo piense dos veces. Entre corresponder a las expectativas del mundo y corresponder a las expectativas de la Palabra de Dios, no lo piense dos veces. Vale la pena sacrificar cualquier cosa por el privilegio de ser hijo de Dios. Vale la pena renunciar incluso a su propia reputación entre los que no creen.
Entre seguir la palabra de un ser humano y la Palabra de Dios, no tenga miedo de seguir la Palabra de Dios. Tenga coraje de remar contra la corriente, de andar a contramano de los pensamientos del sistema, de contrariar a todo el mundo por obediencia a la Palabra que libera.
Hoy, lo correcto es incorrecto y lo incorrecto es correcto. El mundo anda cada vez peor. Con esto, cada vez más seremos obligados a optar por lo que es contrario al pensamiento de la mayoría. Cada vez se hace más visible la diferencia entre quien es de Dios y quien no lo es. Solo quien asume su fe con inteligencia logra mantenerse firme en un mundo que anda cabeza abajo. La obediencia a Dios por encima de todas las cosas es el camino más arduo, más estrecho, más difícil, pero también es el camino de paz interior, de alegría que nadie puede quitar. Es el camino de los beneficios eternos, de la luz, de la victoria y de la certeza. Es el único camino que lleva a la vida.
Entre obedecer a Dios y a los hombres, no lo piense dos veces, obedezca a Dios.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo