Investigadores de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York han planteado una hipótesis que la Biblia ya afirmó hace miles de años: es posible que, en términos de longevidad, la especie humana no pueda superar la barrera de los 120 años.
En 1997, la francesa Jeanne Calment murió en Arlés, Francia, con 122 años de edad. Ya pasaron 20 años de ese momento y nadie ha sido capaz de batir su récord de longevidad.
Aunque algunos estudios en animales muestran que el tiempo máximo de vida de un individuo puede ser flexible gracias a intervenciones farmacológicas y genéticas, un análisis estadístico de la evolución de este límite en humanos indica que, al menos en las condiciones actuales, este no es el caso para nuestra especie. Según explican los autores en un artículo publicado en la revista Nature, la edad máxima de la muerte en Suecia, por ejemplo, se ha incrementado desde los 101 años en la década de 1860 hasta los 108 en la de 1990. Considerando una amplia recolección de datos de todo el mundo, se observa que tanto allí como en otros países, ese máximo se ha estancado desde la década en que murió Jeanne Clement. Esto, interpretan, es una evidencia sólida de que “la longevidad máxima en los humanos es fija y está sujeta a limitaciones naturales”.
Un límite fijado por Dios
“Y dijo el Señor: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.”, (Génesis 6:3). El obispo Macedo aclara, en su libro El pan nuestro para 365 días, que el hombre tiene fecha de vencimiento: “La vida pasa en un abrir y cerrar de ojos. Delante de la eternidad, el plazo de nuestra vida es nada. Toda la inquietud de la vida es inútil. El hombre muere y los herederos se pelean para, después, tirar todo a la basura. Su esperanza no puede estar en resolver sus problemas. Su esperanza no puede estar en amontonar riquezas. Todo pasa. Delante de esta realidad, ¿cómo no preocuparse por la Salvación de su alma? ¿Cómo no preocuparse por la vida eterna?
No importa cuál es su edad hoy. Ya nacemos con una fecha de vencimiento. Sé que hoy usted tiene un montón de cuestiones para resolver. Sé que hay situaciones urgentes, sé que quizás haya recibido un ultimátum. Sin embargo, necesito avisarle que usted ya recibió otro ultimátum, el día que nació. La muerte es una certeza. Puede ser hoy, puede ser mañana, puede ser dentro de cincuenta años. Pero vendrá. La pregunta que debe responderse a sí mismo hoy es: ¿Hacia dónde va su alma?
Si usted tiene la certeza de su Salvación, debe desarrollarla. Mantenga su fe en alza, su relación firme con Dios. Si su respuesta es “no sé”, aún hay tiempo. Cuando la persona muere, su alma irá hacia donde ella eligió. Si aquí en la vida vive para la injusticia, entonces, no puede esperar pasar la eternidad en un lugar de justicia”.
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