“Así ha dicho el SEÑOR: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo (…)”
(Jeremías 31:16)
Llorar no resuelve nada. Si llorar resolviera algo, este mundo sería una maravilla. Si Dios recompensara el llanto de alguien, no habría ningún problema más en el mundo. ¿Quién no lloró nunca? ¿Quién nunca llenó de lágrimas la almohada? ¿Y cuántas veces llorar resolvió algo? ¿Por qué Dios oiría el llanto de unos y no oiría el llanto de otros? Él sería injusto si hiciera tal cosa.
Dios no es injusto. Habrá recompensa para sus obras. Las obras de justicia. Las obras de fe, de obediencia. Su llanto no va a mover la mano de Dios, sino su fe. Dios es Espíritu, la comunicación con Él es estrictamente espiritual, hecha por medio de la fe, de la convicción. La sinceridad vale más que un camión de lágrimas. Un corazón quebrantado, arrepentido, es más valioso que el llanto compulsivo.
Claro que en los momentos de aflicción podemos llorar, pues somos humanos y tenemos sentimientos. Sin embargo, usted deber tener la conciencia de que, llorando o no, lo que mueve la mano de Dios en su dirección es su fe, no sus lágrimas. Sin fe, las lágrimas son inútiles. Pero sabiendo que sus obras tendrán recompensa y teniendo de Dios la orden para reprimir la voz de llanto, ¡levántese y parta hacia la guerra! No pierda más tiempo.
Deje de llorar, ponga su fe en acción, porque la actitud de fe trae la recompensa Divina.
Haga clic aquí y vea el mensaje anterior.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo