El Dios Altísimo es el Único Señor; Omnipresente, Omnipotente y Omnisciente. En Su eterna condición de Señor, solamente Él tiene autoridad para escoger a Sus siervos. Claro que el criterio de Sus elecciones es a favor de los justos o, al menos, de quienes quieren vivir en la justicia.
“Dijo luego el Señor a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación.”, (Génesis 7:1). En medio de una generación corrompida moral y espiritualmente el Señor encontró a un hombre justo: Noé.
Los escogidos son los justos o, al menos, los que reúnen las condiciones necesarias para ser justificados. ¿Cuántos han vivido en el pecado que odian? ¿Y cuántos anhelan vivir en la integridad y en la justicia, pero no tienen las fuerzas necesarias para abandonar el pecado?
El pecado no deja a nadie en paz. Es imposible vivir en el pecado y estar en paz. El Espíritu de Dios es el Espíritu de Paz.
¿Cómo ser un escogido para servir a Dios, si aún se es esclavo del pecado?
Sin embargo, a una persona que es esclava del pecado, pero tiene hambre y sed de ser justo, el Señor la escoge y le da la fe que lo justifica para servirlo (Mateo 5:6).
Noé fue escogido porque era un hombre justo. Pero, toda su generación, vivía en un completo desorden. La corrupción espiritual y moral se multiplicaba sin ninguna perspectiva de mejora. Noé y su familia fueron los únicos humanos escogidos para entrar en el arca de la Salvación. Los animales de cada especie también fueron separados.
Llama la atención el hecho de que Noé no necesitó elegir los animales, capturarlos y llevarlos hasta el arca. El propio Dios los escogió y los encaminó, de dos en dos, hacia el arca. Todos los demás murieron junto con la raza humana.
Según mi visión, el Espíritu Santo continúa “escarbando” y escogiendo, en el mundo actual, a personas que odian el pecado, gente que quiere dejar el pecado pero que no lo ha conseguido, gente que, a ciegas, está en búsqueda de la Salvación en las religiones.
El Monte Sinaí hizo una separación entre los justos y los perversos, entre aquellos que anhelaban la justicia y aquellos que se deleitaban en la injusticia.
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