Nélida Fucceneco llegó a la Universal muy mal, su matrimonio estaba en crisis y su salud estaba siendo afectada por un cáncer maligno. Ella encontró la solución en la Hoguera Santa.
“Nos castigábamos mutuamente, las peleas eran muy fuertes, al punto que una vez quedé inconsciente. Cuando me casé estaba enamoradísima, pero no sabía que él se drogaba. Él me dijo que iba a cambiar, que iba a dejar la droga cuando quisiera, sin embargo, no fue así, sino que el matrimonio se convirtió en un caos porque él iba tres días a casa y el resto se ausentaba. Esta situación generaba muchas discusiones entre nosotros, de las agresiones verbales, pasamos a sufrir agresiones físicas.
Él llegó a intentar asfixiarme con una almohada y yo le clavé un cuchillo en la pierna para que me suelte. Apenas me soltó, me corté las venas, después nos separamos y él me buscaba diciendo que iba a cambiar. En realidad, no cambió nada, yo perdí trabajos porque él me golpeaba y yo andaba con las marcas en la cara.
En esta situación, él queda desempleado y perdimos la casa en que vivíamos. Nos prestaron un terreno donde pusimos una casilla, no teníamos nada más que un colchón. Era humillante vivir así. Siempre nos separábamos, pero regresábamos y las peleas eran cada vez más fuertes.
Mi vida era un caos, comencé a sufrir con muchos dolores y hemorragias. En esos momentos, los médicos detectaron que se trataba de un tumor. Los dolores eran tan fuertes que sentía que moría. En la biopsia descubrieron que se trataba de un cáncer maligno, me abrieron y descubrieron que tenía los intestinos y el estómago tomados por el cáncer. Me daban de tres a cuatro meses de vida porque no se sabía si la quimioterapia iba a funcionar. Yo no daba más, entonces intenté suicidarme.
Mi mamá me invitó a la Universal, me dijo que podía cambiar de vida. Acepté su invitación, a pesar de que me costaba mucho creer. Cuando empezó la Hoguera Santa del monte Sinaí, explicaron sobre el sacrificio y yo me preguntaba qué podría sacrificar si no tenía nada, entonces generé mi sacrificio. En ese momento me avisa el médico que había una droga cuyo costo era el mismo que el monto de mi sacrificio. Yo no sabía si sacrificar para Dios o comprar la droga. Finalmente presenté mi sacrificio en el Altar y las hemorragias cesaron luego de tres meses de sufrir hemorragias continuas.
El médico me dijo que junte el dinero para la quimioterapia, y yo le dije que la hemorragia había cesado, entonces me hizo un estudio y el cáncer no estaba, repitió el estudio y se confirmó mi sanidad. Al mes mi esposo empezó a ir a la iglesia conmigo y dejó las drogas porque vio el cambio en mí. Nuestra economía cambió, recuperamos la casa que habíamos perdido. Hoy tenemos los muebles que queremos, un auto 0 km, dos taxis 0 km y construimos dos departamentos para alquilar”.
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