“El SEÑOR es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de Su nombre.”
(Salmos 23:1-3)
El Señor solo es el pastor de las ovejas de Su rebaño. “Pero vosotros no creéis, porque no sois de Mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen Mi voz, y Yo las conozco, y Me siguen” (Juan 10:26-27). Así se identifica a quien forma parte del rebaño del Señor. La oveja que oye Su voz y Lo sigue, forma parte del rebaño. Pero cuando la oveja es desobediente, obstinada y rebelde, no pertenece al rebaño del Altísimo.
Las ovejas del rebaño del Señor reconocen Su voz porque Lo conocen. Y Él reconoce como Sus ovejas solo a las que oyen Su voz y Lo siguen. Si no le presta atención a la voz del Señor, usted no pertenece a Su rebaño. Si quiere pertenecer a Su rebaño y tener el derecho a las maravillas descritas en el Salmo 23, debe oír a la voz del Señor y seguirlo incondicionalmente. Lo que las ovejas reciben a cambio es grandioso. La oveja, que Lo conoce, sabe qué esperar:
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del SEÑOR moraré por largos días.” (Salmos 23:4-6)
El Pastor confirma: “Y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano.” (Juan 10:28)
Oiga la voz del Señor Jesús y obedezca Su Palabra, para tener los privilegios del rebaño del Altísimo.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo