“No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca. Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa. Mas yo al SEÑOR miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.”
(Miqueas 7:5-7)
No es que usted deba esperar el mal de todos o que no deba confiar en nadie. Pero su seguridad no puede estar en ningún ser humano, por más cercano y digno de confianza que sea. El hombre puede equivocarse. Incluso el pariente más allegado puede decepcionarlo, pero Dios jamás lo decepcionará.
La confianza sin restricciones solo la podemos tener en Él. El ser humano es fallo y sujeto a errores. Por lo tanto, cuando alguien que usted estimaba lo decepciona o desprecia, no guarde rencor en su corazón. Mire solo al Señor; no mire los errores de los que están a su alrededor. En Él, usted debe esperar, si es realmente a Él a quien usted está sirviendo.
Su esperanza debe estar exclusivamente en Dios. No dependa de la aprobación de nadie, no se apoye en ningún hombre. Dios nunca desprecia al que coloca en Él su confianza. Coloque en Él su confianza; coloque en Él su seguridad. Entienda que las personas pueden equivocarse, pueden fallar, pueden decepcionarlo, pero Dios jamás fallará. Él es fiel y no deja de cumplir ninguna de Sus promesa en la vida de aquellos que Lo sirven.
Solo Dios puede recibir su confianza incondicional.
Haga clic aquí y vea el mensaje anterior.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo