“En aquel día dirás: Cantaré a Ti, oh SEÑOR; pues aunque Te enojaste contra mí, Tu indignación se apartó, y me has consolado.”
(Isaías 12:1)
La ira de Dios se retira cuando hay arrepentimiento. Ese es el cristiano que vive en paz. El Señor lo liberó, lo transformó e hizo de él la morada de Su Santo Espíritu. Ese tipo de cristiano vive en paz con su propia conciencia. Muy pocos cristianos viven así, aunque sea esa la voluntad de Dios para todos los que se aproximan a Él.
En un grupo mucho mayor está el cristiano que conoce la Biblia e incluso frecuenta la iglesia, pero que, aun así, vive sometido al engaño. Sobre él, permanece la ira de Dios. La ira de Dios no está sobre los que no conocen la Verdad. La ira de Dios está sobre los que conocen la verdad, pero viven en la mentira.
Dios es Verdad. Quien anda en la verdad, obviamente está sujeto al Señor Jesús y cosechará los frutos de esa obediencia. El diablo es el padre de la mentira. Quien anda en la mentira, está sujeto al padre de la mentira y cosecha sus frutos.
“Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.” (Efesios 5:6). Que hoy cada uno se analice a la luz de la Palabra de Dios.
Si usted está viviendo esa situación, mire bien su vida. Cambie de actitud ahora mismo, sin dejarlo para mañana, para que la ira de Dios sea eliminada de su vida y usted sea consolado por el Espíritu Santo.
Solo usted puede ayudarse. Abandone la mentira y al padre de la mentira. No espere que la lluvia de gracia caiga sobre su cabeza independientemente de que usted obedezca o no. Hay que obedecer y vivir bajo la disciplina del Altísimo para alcanzar la salvación. Es cuestión de vida o muerte.
La gracia de Dios viene sobre aquellos que obedecen.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo