“Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, Mi gran ejército que envié contra vosotros.”
(Joel 2:25)
Los hijos de la desobediencia viven bajo la interferencia de ese ejército de langostas. Los años son consumidos rápidamente, como langostas que consumen plantaciones enteras en pocos segundos. Sin embargo, la promesa a los que eligen abandonar la desobediencia y se vuelven al camino de la obediencia, es de restitución de cada uno de esos años consumidos.
Para aquellos que siguen fieles a la alianza que hicieron con Dios, todas las palabras que vienen del trono del Altísimo son de multiplicación y abundancia:
“En lugar de vuestra doble confusión y de vuestra deshonra, os alabarán en sus heredades; por lo cual en sus tierras poseerán doble honra, y tendrán perpetuo gozo.” (Isaías 61:7)
La restitución de lo que fue consumido por el mal, la doble honra, la herencia, el doble de posesiones y la alegría eterna. Nada que venga del Dios Todopoderoso puede ser pequeño. Nada de lo que viene de Él puede ser mezquino. Estas promesas son para los que creen, para los que creen y se someten a la Palabra del Altísimo.
Si usted cree y ha obedecido, puede requerir delante de Dios el cumplimiento de esa promesa. Puede tener de vuelta los años consumidos por el mal; los años en los que usted vivió lejos de la disciplina del Santo de Israel. No acepte menos de lo que Dios les ha prometido a aquellos que Lo sirven.
Para el que elige el camino de la obediencia está la promesa de las bendiciones multiplicadas.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo