Usted quiere cambiar el auto, pero su marido cree que la lata vieja que tienen está excelente; y prefiere guardar el dinero para abrir “aquel negocio” del cual él ya habla hace años, pero nunca hace nada al respecto.Usted quiere que su madre venga a vivir con ustedes. Su esposa dice que prefiere echarse pimienta en los ojos a ver a su suegra en casa todo el día.
Si existe algo cierto sobre cualquier matrimonio es que tarde o temprano la pareja disentirá sobre algo importante. No hay nada de malo en eso. Lo mismo sucede con todas nuestras relaciones: padre e hijo, patrón y funcionario, gobierno y ciudadano, hermano y hermano, vecino y vecino, e incluso entre los mejores amigos. Forma parte de la humanidad y usted ya debería haberse acostumbrado a eso.
Por alguna razón, pensamos que el matrimonio es diferente. Suponemos que, porque la otra persona nos ama, siempre estará de acuerdo con nosotros. Sin embargo, entienda:
Amar no significa estar de acuerdo siempre.
Y cuando el compañero disiente, no significa que le odia. Todos tenemos el derecho a querer, a que nos guste y a pensar cualquier cosa. Pero no siempre podemos tener todo lo que queremos, nos gusta o pensamos. Es ahí que entra una palabra clave en el matrimonio:
Negociación.
Toda relación humana se da por negociación, o sea, por intercambio. Y quien está casado tiene que aprender a negociar con su cónyuge. No se sorprenda por eso. De nada sirve romantizar la cuestión y decir que “amar es dar y no esperar nada a cambio”. Tonterías. Eso es más un mito que amor. Quien ama y no recibe nada a cambio es frustrado e infeliz. No es esta la manera inteligente de amar.
Es lógico que quien ama quiere algo a cambio. La mayor prueba de eso es que usted está leyendo un texto exactamente sobre esto: Cómo lograr que la persona que usted ama vea su punto de vista. Si amar no exigiera nada a cambio, usted estaría satisfecho, aunque su compañero nunca hiciera nada por usted.
Entonces, este es el primer paso: entender que el matrimonio es negociación. Y cuanto mejor negociador sea usted, mejor será su relación.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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