Bravura (en el buen sentido) y gentileza. Muchos ven a esas características separadas en hombres diferentes, pero, tiempos atrás, las mismas formaban parte de un mismo hombre, tenido como ideal: el caballero medieval.
El teólogo, profesor y escritor cristiano C. S. Lewis escribió sobre eso, lamentando que, en la postmodernidad, los valores que forman a un hombre han ido en declive. Para él, cuando un sujeto deja que una de las dos características citadas lo domine, pierde lo necesario para desarrollar la masculinidad ideal. Un poderoso sin sentido de justicio y respeto es simplemente un bruto, a quien le gusta dominar por la fuerza. Por otro lado aquel que solo es afecto y piedad está muy lejos de ser un líder inspirador, en el cual sus seguidores sienten firmeza.
El equilibrio es la cuestión. La fuerza es controlada por la gentileza, la compasión. Las emociones están contenidas por la fuerza y por la razón. Con el poder y las habilidades dirigidas por la honra – con respecto a usted mismo y a los demás -, todos tienden a ganar. Eso se llama sociedad, comunidad, o por lo menos lo que ellas deberían significar. Eso definía a los antiguos caballeros de varias órdenes en la Edad Media, justamente lo que Lewis recordó al analizar el confuso papel del hombre moderno. Un código de honor a ser seguido con gentileza, consideración, pero también con coraje en los momentos de lucha.
Para Lewis, lo ideal del caballero tanto le enseñaba a un gran hombre a ser humilde, tolerante y justo, como insuflaba coraje a los más pacatos. Era algo tan importante para aprender que escuderos que se dedicaban, con el tiempo eran nombrados caballeros. Un fiel escudero no era solamente un criado, sino un “aprendiz” medieval.
Y Lewis decía que sentía la falta de las antiguas ceremonias en la que un joven era nombrado caballero. Un ritual de pasaje muy significativo. A partir de él no había más dudas sobre haber dejado de ser un muchacho y ser un hombre, porque, después de la rígida disciplina de aprendizaje físico, moral, psicológico y espiritual, eso era confirmado por los otros del grupo, que lo recibían como un igual. Portar su espada, entregada oficialmente a él, era su certificado de madurez.
Otra cosa: un caballero era respetado y admirado como una autoridad, pero siempre era reverente hacia las fuerzas superiores – hacia su rey y hacia Dios. Nadie se convierte en un soldado de verdad sin saber obedecer. La posición que ocupaba no era solo de importancia social, sino fruto de sacrificios, coraje y obediencia.
Y hoy, ¿qué hace un muchacho para sentirse un hombre? Cosas muy dudosas. Y realmente es solo para “sentirse” así, porque de ahí a ser de verdad, hay un océano de distancia. Muchos jóvenes piensan que son hombres porque tienen sexo de forma irresponsable, beben, fuman, consumen drogas, no respetan leyes ni reglas y se corrompen.
Lo que sucede es que, como los antiguos caballeros, un muchacho se convertía en un hombre ayudado por otros hombres. Así es, el caballero incluso podía ser imperfecto en algunos aspectos, pero siempre podía recurrir a los otros del grupo para levantarse y seguir adelante. Y el gran líder batallaba al lado de todos, con la espada en la mano, también apoyado en ellos. Nadie se convierte en un hombre solo. ¿Ahora entendió mejor uno de los principios básicos del proyecto IntelliMen? Obtenga más información aquí.
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