Cuando tratamos un asunto tan fundamental para la vida cristiana, normalmente se levantan innumerables preguntas y mitos sobre él.
Todos nosotros – o por lo menos la gran mayoría – sabemos la necesidad de ser nacidos de Dios. Pero, muchos, al ser indagados sobre qué hacer para conquistar dicho milagro, tartamudean y, en seguida, mecánicamente disparan un relato “de memoria”.
Buscamos en este texto hacer una pequeña comparación con una situación que todos ya enfrentaron: el nacimiento, considerado por la ciencia como algo maravilloso; una sucesión de etapas de selección en el que solo las partes más saludables y vigorosas van a culminar en la fecundación y, posteriormente, en la gestación.
Durante todo el proceso – que lo podemos comparar a una carrera -, las células masculinas y femeninas se esfuerzan y sufren para ser las ganadoras. El premio es la preservación de sus características.
Vamos a la comparación
Nacimiento vs. Nuevo nacimiento
Nacimiento:
Ocurre después de 9 meses de una profunda preparación; el cuerpo de la madre y del feto se concentran en la formación del nuevo bebé.
Nuevo nacimiento:
No podemos nacer de Dios si no nos concentramos en moldear nuestro carácter y nuestras actitudes. Tenemos que enfocarnos en esa conquista, sufriendo y gimiendo al sacrificar nuestros deseos carnales, con el fin de agradar a Dios. Si todo estuviere bien, un bebé no desiste de nacer en el medio de la gestación; nosotros tampoco podemos desistir y abandonar el esfuerzo necesario para nacer de nuevo.
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Nacimiento:
La madre que lleva un niño en su vientre entra en un estado de atención total. Evita posibles estreses, peligros y todo lo que pueda poner en riesgo al bebé.
Nuevo nacimiento:
El candidato a nacer de Dios debe desconectarse totalmente del contacto con este mundo y sus distracciones – salvo si fuera del trabajo. Es necesario entrar en un “modo de atención”, en el que se distanciará de todo lo que pueda dificultar que obtenga su estrecha comunión con Dios.
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Nacimiento:
Esta es una de las verdades más grandes ya dichas con respecto al mundo espiritual: lo que usted permite que entre por sus ojos y oídos será la materia prima de sus pensamientos. En otras palabras, si usted mira pornografía, ¿cómo tendrá pensamientos puros? ¿Cómo podrá luchar contra un deseo pecaminoso si su mente está llena de todo lo que es impuro? La respuesta es: nose puede.
Por eso, aproveche esta valiosa oportunidad, el Ayuno de Daniel. Sepárese de todo lo podrido, sucio y vil que hay en este mundo y aproxímese (aliméntese) de lo que es espiritual, puro y santo.
Venga con nosotros estos 21 días para el deleite espiritual. Es el período de mayor avivamiento en la Universal. Y no deje de compartir en nuestros comentarios la experiencia que vivirá.
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