Soy de familia humilde, con padre ausente, lo que me llevó a las drogas cuando cumplí 13 años. Para llamar la atención de las personas y ser popular busqué ser aceptado de la manera equivocada. Comencé a consumir cigarrillos y bebidas alcohólicas, después pasé a dejar de ir a clases para fumar marihuana. De ahí en adelante me arriesgué vendiendo drogas y participando en varios asaltos.
Todos los días disfrutaba de fiestas y bares, en los cuales, el crack y la cocaína no podían faltar. Perdí la cuenta de cuántas veces intentaron matarme y yo también intenté matar a otros, vi y participé de varias cosas incorrectas.
Mi vida era triste y vacía, quien me miraba no se imaginaba que yo solo buscaba ser feliz. Con la familia destruida, vivía en la miseria, pues el dinero sucio que ganaba se acababa con lujos y vanidades; vivía con varias mujeres, siempre bajo el efecto de las drogas. Mi vida parecía una causa imposible.
Mi fondo del pozo vino después de que mis propios amigos intentaron matarme por causa del dinero y del poder de la delincuencia. Estábamos disfrutando y comenzamos una discusión, todos los que estaban conmigo me golpearon con botellas, piedras, patadas y cuchilladas. Había bebido mucho, solo escuchaba “¡vamos a tener que matarlo ahora!”
Después de dos días, fui encontrado por una muchacha que vio uno de mis zapatos, le pareció bonito y resolvió buscar el otro. Gracias a Dios, pues, cuando lo halló, se encontró con un muchacho entre las plantas, ensangrentado, con moscas y perros encima del cuerpo, ¡que era yo! Creyeron que era un cadáver, pero yo todavía estaba vivo.
Fui a Terapia Intensiva y estuve tres días en coma profundo, más once días en coma inducido, sufrí tres cirugías de reconstrucción facial, 48 puntos, y estuve haciendo fisioterapia durante tres meses para recuperar los movimientos hasta recibir el alta del hospital.
Tras todo eso, recibí una invitación para conocer el trabajo de la Iglesia Universal, y participar de la Fuerza Joven – FJU. Todo comenzó a cambiar en mi vida, abandoné todo lo que me hacía mal, fui liberado, dejé los malos hábitos y comencé a trabajar.
Le entregué mi vida a Jesús y me bauticé, busqué y recibí el Espíritu Santo. Hoy, con la vida transformada y los traumas del pasado superados, estoy conquistando y realizando sueños a través de la fe, soy obrero y candidato al Altar, tengo una vida diferente a la de antes, mi familia también cambió observando mi cambio.
Alguien creyó en mí, ¡ahora yo creo en ti!
Luiz Henrique