Una persona herida sufre constantemente. Una y otra vez los recuerdos que vivió, o el sentimiento de injusticia, de dolor y de rabia regresan a su mente para lastimarla. Y eso causa efectos destructivos en su vida. La misma ciencia confirma la idea. “Si la persona acumula sentimientos negativos, puede desencadenar una serie de trastornos no solo psicológicos, sino también físicos”, dijo el psiquiatra brasileño José Atílio Bombana, de Unifesp.
El especialista también enumeró una serie de problemas que el rencor puede causar o acentuar. Depresión, dolores en el cuerpo y disminución de la inmunidad son algunos de ellos. Eso sin mencionar los problemas espirituales, ya que el rencor es una puerta abierta para la acción de espíritus malignos. Mientras que no haya un perdón sincero, será imposible seguir adelante.
Y, para algunas personas, tan difícil como perdonar a la otra persona es perdonarse a sí mismo. El error cometido parece estar marcado en su mente y ella no se siente digna del perdón Divino.
La fotógrafa Michele Rodrigues (en la foto abajo), de 28 años, sabe bien lo que es eso. A los 23 años ella se alejó de la presencia de Dios e hizo cosas que jamás hubiera imaginado hasta entonces. “Me relacioné con mujeres, salí con hombres casados y comencé a tener una vida nocturna. Comencé a consumir alcohol, a fumar. Pero el peor fue cuando fui traicionada. Sufrí mucho, pensé hasta en matarme”, recuerda.
“Sentía que tenía que ser perfecta para agradar a Dios”
Y por ya haber conocido la verdad, sentía que todo era peor. Las acusaciones en su mente no cesaban. “Yo quería volver, pero no lo lograba. Todo el mundo me decía que Dios me había perdonado, pero yo no podía creer que había una oportunidad para mí. Pensaba que había oportunidad para cualquier persona, menos para mí.”
Ella siguió en la misma vida durante 1 año y medio, hasta que decidió abandonar los caminos equivocados y volver a Jesús. Pero, incluso en la iglesia, la dificultad de perdonarse aún la acompañó por mucho tiempo. “Al equivocarme en algo pequeño, ya pensaba que había cometido el peor pecado del mundo. Me exigía mucho, sentía que tenía que ser perfecta para agradar a Dios. Yo sabía que no era así, pero ese pensamiento era más fuerte que yo.”
Como consecuencia, ella permaneció con su vida amarrada. La tristeza, los pensamientos negativos y la amargura se apoderaban de ella y le impedían avanzar.
El obispo Júlio Freitas explica, en su blog, cómo salir de esa situación. “La fe le hace mirar hacia adelante, esperar acontecimientos futuros, porque alimentar recuerdos negativos es sinónimo de nutrir frustraciones y resentimientos. Si usted se equivocó, vuelva y practique lo que es correcto, no se quede mirando hacia lo malo o bueno que pasó”, advierte él.
Y esa fue la fe que ayudó a Michele a perdonarse. “Entendí que no puedo ser perfecta. Estoy sujeta a errores, pero necesito estar dispuesta a ser moldeada. No me condeno más, porque está escrito que ‘… ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús’ (Romanos 8:1). Me apegué a esa palabra y me convertí en una nueva criatura.”
Venza la acusación
El perdón solo trae beneficios, para el cuerpo, la mente y el alma, principalmente. No pierda más tiempo dándole oídos a acusaciones y mentiras. Si usted se arrepintió de su pecado y lo abandonó, es momento de celebrar, porque Dios no se acuerda más de él: “… y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” Miqueas 7:19
Aférrese a eso y, si el diablo quiere traer de vuelta los recuerdos y el peso, luche. Diga este pasaje bíblico y afirme: “Yo fui perdonado.” Derrotado, el diablo tendrá que irse con todos los malos pensamientos.
“Perdónese a sí mismo y a los demás. Él (el perdón) no cambia el pasado, pero cambia el futuro”, afirma el obispo Júlio.
Participe de las reuniones que se realizan todos los miércoles a las 8, 10, 16 y 20h, en la Universal de Almagro, Av. Corrientes 4070 y busque fuerzas para practicar el perdón. Encuentre aquí la dirección de una iglesia más cercana a su domicilio.
[related-content]