Por lo menos dos tipos de tristeza han acometido a los seres humanos: la tristeza terrena y la tristeza celestial. La terrena, causada por los problemas de este mundo, tales como: problemas familiares, de salud, económicos, sentimentales, desempleo, etc., ha devorado a muchas vidas con la muerte espiritual o física. La tristeza del mundo produce muerte (2 Corintios 7:10), pero la tristeza Divina, por ser del Espíritu Santo, opera el arrepentimiento que genera la alegría de la Salvación.
En resumen, la tristeza terrena es mortal porque viene de este mundo; la tristeza celestial promueve la vida eterna porque viene del Espíritu de Dios.
Conforme el Señor Jesús enseñó, la tristeza celestial da placer a los mundanos que corrompen la fe de los sinceros. Pero, justamente por eso, Él garantiza que la misma agonía se convertirá en gozo eterno y nadie podrá quitarlo. (Juan 16:20)
Por lo tanto, no se dé por vencido por la tristeza terrena. Reaccione, haga de su limón una limonada. La verdadera alegría está reservada para los tristes. Si su tristeza es terrena y usted no quiere terminar muriendo a causa de ella, determine ahora cambiarla por la tristeza Divina.
Derrame todas sus tristezas en el Altar del Altísimo y el Señor de la Alegría va a llenarlo/a de gozo y nadie podrá arrancárselo.
Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para Salvación… pero la tristeza del mundo produce muerte.
2 Corintios 7:10