León Duarte sabía que la fe produce resultados extraordinarios, pero se enfermó y estuvo al borde de la muerte debido a una enfermedad respiratoria. Sin embargo, en la fe encontró una solución y hoy tiene una salud perfecta.
“Tuve EPOC, una enfermedad que me impedía caminar, no podía bañarme, lavar una camisa, nada, ni lavarme la cara. Cuando me esforzaba, era una tortura porque me agitaba tanto que tenía que sentarme hasta recuperar un poco de oxígeno. Era una desesperación porque no podía caminar ni dos metros que me asfixiaba. También tenía una úlcera en las piernas, se me hincharon las extremidades, tenía mucha pus.
Recuerdo que tuve que dormir sentado durante tres meses, no podía acostarme. Al despertarme los dolores eran terribles, gemía del dolor. En ese tiempo tenía que tomar la medicación, pero no mejoraba.
Una madrugada me caí y me lastimé, no me podía reincorporar así que alcancé a estirarme y llamé a mi hijo que llamó a la ambulancia. Esa situación se repitió tres veces. Estuve en terapia intensiva, me colocaron una sonda para quitar el líquido que tenía en los pulmones. Estuve cuatro días con una sonda para alimentarme. Otras veces estuve en terapia intermedia. En ese tiempo vi cosas horribles, he visto morir gente y pensaba que podía terminar igual”, cuenta.
Él había dejado de tomar la medicación y se descompensó de repente, por lo que lo llevaron en ambulancia al hospital. Cuando le dieron el alta, como no tenía ninguna mejoría, pensaba que su destino era no caminar más, pensaba que iba a terminar en silla de ruedas. Se deprimió, se aisló y permaneció en la oscuridad. “Estuve un mes sin salir a la calle, en ese tiempo llegué a dudar de que Dios me fuera a sanar, pensaba que él no me escuchaba porque era presa de los pensamientos negativos. En ese momento me vinieron a visitar a mi casa dos pastores, oraron por mí y determinaron mi sanidad. A partir de ese momento creí que había posibilidad de ser curado. En ese ínterin había estado desesperado, estuve a punto de suicidarme tirándome debajo del tren. En mi mente había dos pensamientos, uno decía que me tirara y el otro que no, que confiara en que hay una solución.
Ahí toqué fondo y me entregué a Dios por completo, perseveré usando mi fe y mi salud fue restaurada. Hoy soy un hombre sano, la medicina comprobó que fui sanado. Por mi fe vencí al EPOC y los estudios demuestran que así fue. Ahora tengo una nueva vida, puedo realizar actividades con total normalidad porque Dios me restauró completamente”.
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