A medida que el tiempo fue pasando Norma Ávalos y Gabriel Pereyra no veían una salida para su matrimonio. Cada vez se distanciaban más y casi pierden la esperanza de ser felices juntos. Cuando conocieron el poder de la fe, supieron que había una manera de hacer realidad su sueño de una familia feliz y armoniosa. Para hacer esto realidad recurrieron al poder del Dios Vivo, el único que pudo restaurar su familia.
Norma y Gabriel se conocieron y se enamoraron, pero a los pocos meses empezaron los problemas entre ellos. Norma veía que lo que habían construido con mucho amor se estaba desmoronando y entró en pánico.
“Nosotros queríamos tener una familia, yo tenía el sueño de la familia feliz. Sin embargo, veía que él tenía un comportamiento extraño. Gabriel no venía por días, incluso semanas enteras. Yo veía que él estaba en los vicios y no había ni para los gastos de la casa, eso me desesperaba. Después me di cuenta de que él me estaba siendo infiel con otra mujer. Mi marido me decía que quería estar conmigo pero que no sabía qué le pasaba. A eso se le sumaron los problemas económicos”.
Gabriel estaba perdido en la noche y en los vicios, se sentía atrapado en esa situación. “Cuando estaba en el trabajo extrañaba con locura a mi familia. Hubo días en que llegaba hasta la puerta de mi casa y no lograba entrar. Me sentía mal en mi casa, me ponía nervioso y de noche no podía dormir, con el tiempo me volví alcohólico, llegué a ir borracho al trabajo. Recuerdo que salía todas las noches”, cuenta él.
Con la llegada de un nuevo bebé todo empeoró porque a la crítica situación familiar se le sumaron las enfermedades. “Me desesperé porque en el cuarto mes de embarazo me dicen que mi hijo iba a nacer con problemas de malformación”, confiesa Norma. Ella conoció la Universal y empezó a luchar por su familia, a pesar de su perseverancia, su esposo no quería saber nada de Dios hasta que tocó fondo.
“Mi hijo había nacido sano, pero yo no quería creerlo, hasta que me echaron del trabajo y caí en un pozo depresivo. Por ese problema perdimos el departamento y me sentí humillado, entonces intenté matarme tirándome debajo del tren. En esos momentos de confusión noté que mi esposa era feliz, no teníamos nada, pero ella tenía paz. Entonces le pregunté si podía acompañarla a la iglesia y ella me dijo que sí. A partir de ese momento pasé a ser otra persona. Tuve que perdonar y pedir perdón para cambiar de vida, fue duro, pero ella me perdonó. No fue de la noche a la mañana el cambio de nuestras vidas, pero hoy tenemos la familia y la vida que tanto queríamos. Superamos todo juntos, gracias a Dios”.
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