Si en 1992 usted dijera que el actor más exitoso de aquella época caería en el ostracismo, seguramente sería visto como un loco. Macaulay Culkin lanzaba la película tan esperada “Mi Pobre Angelito 2”, poco después protagonizar el éxito “Yo, tú y mi mamá” y el aclamado por los medios de comunicación y por el público “Mi Primer Beso”.
Culkin no era solo la mayor revelación del cine de los últimos años, sino también la promesa de un futuro espectacular en Hollywood. ¿Hoy? Hoy pocos lo reconocen en las calles.
Algo similar sucede con Demi Moore, una de las mayores estrellas del cine de los años 90, habiendo incluso ganado el Premio Saturno (el premio más importante de ciencia ficción de Estados Unidos) como mejor actriz, por su actuación en “Ghost – La Sombra del Amor”.
Demi llegó a protagonizar otras películas de gran audiencia, como “Striptease”, “Una proposición indecente” y “La letra escarlata”, pero de a poco, su carrera se fue enfriando.
Por otro lado, la actriz Lindsay Lohan llegó a ser llamada la “querida de América”. En su infancia protagonizó más de 100 comerciales de televisión. En su primera película, “Juego de gemelas”, recibió el premio a la mejor actriz. “Viernes de Locos”, “Chicas malas” y ” Herbie – A Toda Marcha” también fueron éxitos protagonizados por ella. Pero se detuvo allí.
Hoy, los tres artistas intentan remontar sus carreras en el camino, pero parece ser una tarea difícil.
Lo que tienen en común
Macaulay, Demi e Lindsay conquistaron muchas cosas en sus carreras, como la fama y el dinero. En poco tiempo, sin embargo, perdieron el prestigio y la admiración que tenían. Los tres se involucraron con las drogas y hoy tratan de reconstruir sus vidas.
Como ellas, miles de otras personas ya perdieron todo lo que construyeron. La razón de eso está en un detalle que la mayoría olvida: cuando se está en la cumbre, debe tenerse en cuenta la posibilidad de la caída y resguardarse de eso. “Excelso es nuestro Señor, y grande Su poder; Su entendimiento es infinito.” (Salmos 147:5)
Por eso es importante mantener la comunión con Él.
En su blog personal, el obispo Edir Macedo recuerda que incluso Israel fue cegado por su propia grandeza, olvidándose de quien permitió ese crecimiento:
“El Soberano Dios identifica la causa de la caída: el débil corazón estaba ciego por la altivez de sus conquistas. El orgullo y la ingratitud no lo dejaban ver los caminos peligrosos por donde andaba y perdió el total control de sus acciones.”
Respeto y fidelidad
Cuanto mayor es el abismo del que se rescató a un hombre, mayor debe ser la gratitud de ese hombre hacia su Salvador. De este modo se forma una alianza de fidelidad y respeto.
Generalmente, las personas se acuerdan de eso cuando están hablando de personas, pero se olvidan cuando Dios es el responsable del rescate. “Para mantener una alianza, es necesario el compromiso de ambas partes para honrarla. Violar la palabra dada al Altísimo significa asumir el riesgo de convertirse en totalmente vulnerable al mal”, explica el obispo Edir Macedo.
“Todo lo que recibimos como resultado de nuestra unión con el Todopoderoso debe usarse para servirlo. No son pocos los que han vivido y disfrutado las dádivas Divinas con su tiempo, salud, prosperidad, reputación, inteligencia, etc… Pero en vez de usarlas para Él, las usan solo para sí mismos.”
Si, para conquistar, el mejor camino es obedecer a la Palabra de Dios, para mantener las conquistas, esta disciplina es la única manera. “Debemos recordar que, al igual que Israel, éramos personas sin ninguna perspectiva de futuro. Vivíamos sin rumbo en este mundo hasta ser recibidos y conducidos a la posición más privilegiada que existe: hijos del Altísimo. Él sanó nuestras heridas y conflictos interiores. Invirtió Su vida en la nuestra. Pero toda inversión trae algo a cambio, y lo que Él desea es solamente la fidelidad a Sus Preceptos”, concluye el obispo.
No debemos, por lo tanto, rechazar la disciplina y el respeto a la Palabra de Dios, pues esa actitud puede representar el fin tanto de la prosperidad entre los hombres como de la Salvación ofrecida por Dios.
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