Hay personas que creen que son débiles en la fe, otras creen que tienen una fe gigante, y también están aquellas que dicen que no tienen ninguna fe para realizar un sueño. Después de todo, ¿cuál es el tamaño de la fe necesaria e indispensable para alcanzar las promesas de Dios?
La Biblia dice que Jesucristo, en una conversación con sus discípulos, relacionó el tamaño de la fe con una semilla de mostaza:“Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.” (Lucas 17:6). Esto quiere decir que la fe, por menor que sea, es suficiente para obtener lo que se quiere.
Si la cantidad de fe no interfiere en la capacidad de conquistar las promesas Divinas, entonces, ¿por qué algunas personas obtienen más conquistas que otras durante la vida?
La respuesta es simple: no es la cantidad de fe lo que agrada a Dios, sino la calidad de la misma, que está asociada a la obediencia a la Palabra de Dios. Es cuando una persona se dispone a seguir las enseñanzas de Dios y a depender exclusivamente de Él, independientemente de las circunstancias que puedan surgir por el camino, incluso si esto significa renunciar a toda su voluntad para hacer la de Dios.
Durante el programa Palabra Amiga, transmitido por la radio Red Aleluya, el obispo Edir Macedo explicó cuál es la medida de fe que llama la atención de Dios. “Cuando una persona ama a otra, se entrega, se rinde, abraza a la otra persona con todas sus fuerzas, con todo su entendimiento y con toda su alma, es decir, sacrifica por ella. Eso es fe, cuando hay fe en Dios, hay obediencia a Su Palabra”, destacó.
¿Existe un límite?
No es solo con la realización de milagros que la fe de una persona puede medirse, sino en su mantenimiento durante su vida. Hay personas que obedecen la voz de Dios y siguen las enseñanzas escritas en las Sagradas Escrituras, pero no ven su fe concretada a través de conquistas y realizaciones.
Puede ser que usted no haya visto los mismos milagros que ya vio en la vida de otras personas que, aparentemente, tiene hasta “menos” fe que usted. Pero entienda que lo más importante es que se mantenga enfocado en la calidad de su fe.
Si deja de oír la voz de Dios, la fe se debilitará y, debido a esto, todos los objetivos de la vida estarán en riesgo, incluso la vida eterna con Dios. Sin embargo, si cree que las promesas Divinas se cumplirán, ni el tiempo ni las situaciones difíciles podrán trabarlo durante su jornada.
Dios quiere ver el límite de la fe que usted tiene a través de las direcciones que Él le da. Como sucedió con Abraham, que tenía el sueño de tener un hijo con Sara. Dios le prometió que le daría descendencia, pero nunca le dijo cuándo sería. Pasaron décadas y, aun así, Abraham no se quejaba que su bendición no llegaba. Solo cuando ya era de edad muy avanzada, fue cuando Dios le dio a su hijo Isaac.
Después de algunos años, cuando Isaac era un niño. Abraham escuchó de Dios el pedido de sacrificar al muchacho que tanto había deseado. En esa ocasión, él podría haber hecho su voluntad y haberse negado a realizar el pedido de Dios, ya que él había esperado mucho tiempo para recibir esa conquista. Pero prefirió obedecer y puso a su hijo en sacrificio en el Monte Moriah. Esa calidad de fe le agrado tanto a Dios que Él mismo impidió, enseguida, que el niño fuera sacrificado.
¿Qué se necesita?
Para que usted tenga una calidad de fe agradable, como la de Abraham, se deben tener actitudes basadas solamente en la dirección de Dios. Para que esto suceda, su fe siempre debe estar en desarrollo. Ella puede ser pequeña como un grano de mostaza, de la manera como Jesús les dijo a Sus discípulos, pero, si se cultiva, siempre estará fortalecida y ninguna adversidad impedirá que crezca y dé frutos.
Manteniendo esta calidad de fe, usted podrá administrar todas las situaciones y desafíos que surjan, sin desviar su atención de Dios. En esas ocasiones, se la considerará la “mayor” fe que usted pueda haber tenido en toda su vida, no por el tamaño, sino por su obediencia.
Lea a continuación los siguientes consejos para fortalecer su fe, extraídos del libro “50 Consejos para Blindar su Fe”, del obispo Edir Macedo:
Sea dependiente solo de Dios
No deposite su confianza en las personas o en las situaciones para recibir lo que necesita. Dependa solo de Dios y confíe únicamente en Él, cueste lo que cueste. Crea que Aquel que le prometió es fiel para cumplir. Al hacer esto le demostrará a Dios que su fe estará en Él y es verdadera. Entonces Él permanecerá a su lado en las luchas y usted será un vencedor en todo.
Vigile siempre
No se distraiga con las cosas de este mundo. Es fácil perder el foco en Dios cuando nos involucramos con los temas cotidianos. Son tantas cosas llamando nuestra atención y compitiendo por ella, que muchos se olvidan de lo que realmente importa y se enfrían en la fe. Manténgase conectado con Dios, medite constantemente en Su Palabra y siempre reserve tiempo para ir a la iglesia y orar. El tiempo existe, basta ponerlo a Dios como prioridad.
Mantenga su fe pura
Aunque alguien a su alrededor dé un mal testimonio o lo agreda, fije su atención en las cosas positivas. Dios nos alerta para que tengamos buenos ojos, mirando siempre lo que existe de bueno en el prójimo. No nos compete juzgar a quien quiera que sea, mucho menos, contaminar a quien está cerca. La malicia destruye la fe y lanza a la persona a las tinieblas. Mantener una fe sincera y la conciencia pura es la clave para una estructura inquebrantable.
Sacrifique
La Biblia enseña que el Reino de Dios es tomado por violencia. (Mateo 11:12, versión Reina Valera). Nunca se dijo que dijo que sería algo fácil. Exige renuncia, coraje, disposición para la batalla. Dios no busca a los perfectos, Él busca a aquellos que entregan todo, que luchan con todas las fuerzas y que no tienen nada que perder.
No administre problemas
Y esfuércese para abandonar sus malos hábitos.
Dios no tortura a Sus hijos para probarlos. Si algo malo está sucediendo en su vida, esté seguro de que existe un mal actuando. Dios permite los desafíos para que, a través de una indignación en contra de la situación, tengamos victorias y crezcamos aún más en la fe, jamás para humillarnos ni destruirnos.
Luche contra la duda
No dé oídos a lo que le desanima. La duda promueve miedo, inseguridad, preocupaciones y ansiedad. La fe es esencialmente positiva; lo que es negativo lo anula y lo que es positivo lo fortalece. La fe representa a Dios y a todo lo que viene de Él. La duda representa al propio diablo y a su reino. Por eso, basta una gota de duda para contaminar toda su fe.
Tenga una visión espiritual del mundo
No tome decisiones de acuerdo a una visión natural de este mundo. Si usted anda, juzga, y decide basado en aquello que ve y entiende, tomará muchas decisiones equivocadas. Base su fe en las promesas de Dios, confíe que Él le dará inspiración y guiará sus pasos y, aunque la lógica del mundo diga que usted debe tomar actitudes diferentes, crea en la Palabra y siga adelante.
Quien vive por la fe, cree para después ver. Es la única manera de ver a Dios actuar.
No se asuste con las persecuciones
Los nacidos de Dios poseen el Espíritu de Dios. Los hijos del mundo odian a los hijos de Dios, porque están poseídos por el espíritu del mundo. Por lo tanto, cuando sea perseguido e injuriado por causa de su fe, manténgase aún más firme en ella. “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de Mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande…” (Mateo 5:11,12).
Reconozca a Dios en sus caminos
Tenga siempre en mente Quién está guiando sus pasos. Muchos llegan a la iglesia con una mano adelante y la otra atrás y, después de que son bendecidos, se enfrían y abandonan a Dios. En poco tiempo vuelven a la condición inicial. Cuidado en no deslumbrarse con las conquistas y creer que son frutos de su capacidad. Es Dios quien endereza nuestro camino y nos mantiene firmes en él.
Aprenda a reclamarle a Dios lo que Él prometió
Dios es honesto; y si Él empeñó Su Palabra, la cumplirá. Si ese no fuera Su deseo, no lo habría prometido. En lo que se refiere a nuestros derechos y obligaciones, la Ley de Dios funciona de la misma manera que la ley de los hombres: si cumplimos nuestras obligaciones, podemos reclamarle a Dios Sus promesas.
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