Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el Que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. 2 Corintios 4:6-8
Pues bien, cuando veo u oigo a personas que un día disfrutaron los beneficios de la FE revelada y, por cualquier motivito tonto o absurdo, se creyeron “víctimas de injusticias” y, a causa de eso, se relajaron en la fe, enseguida me viene a la mente el desprecio que tuvieron hacia el tesoro revelado por el Espíritu de la Fe. Desdeñan, menosprecian o le hacen poco caso a aquello que el Altísimo les prestó.
Me imagino que, si las mismas estuvieran viviendo en los días apostólicos, cuando algunos cristianos fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra (Hebreos 11:35-38), serían la vergüenza del Señor Jesús en la Tierra.
Aquellos fueron probados y aprobados por sustentar el tesoro de la fe dentro de sí. Cargaron en sus cuerpos (vasos de barro) la Luz del conocimiento de la Gloria de Dios (la Fe).
Por lo cual Dios no Se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. Hebreos 11:16
De hecho, cuando el cristiano no es bautizado en el Espíritu Santo no logra ver la Luz del Conocimiento de la Gloria de Dios ni discernir lo que carga dentro de su miserable vaso de barro. Sus ojos barrosos solo logran ver su mundito sucio. Mientras tanto, aquellos que han pagado el justo precio por su salvación continúan siendo atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 2 Corintios 4:8-11