A los dieciséis años Pamela conoció a su esposo y lo convirtió en “su todo”. Después de un tiempo comenzó a reinar todo tipo de problemas en el matrimonio.
Luego de una infidelidad de parte de él, Pamela desarrolló celos y baja autoestima. Se agravó cuando surgieron los problemas alimenticios.
Pero lo peor llegó cuando su esposo falleció. El insomnio y la depresión la atormentaban todo el tiempo. No supo cómo administrar el dinero y, tras realizar una mala inversión, tuvo deudas.
Cuando conoció la fe del sacrificio en el Altar de Dios, la angustia desapareció. Hoy está feliz, tiene planes, sus negocios están prósperos y, principalmente, tiene el Espíritu Santo.
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