Tener una familia puede convertirse en algo inalcanzable, sobre todo si fue lo que se persiguió toda la vida. Ada Santos sufrió la falta de sus padres desde su niñez: “Vivía con mis abuelos y me preguntaba por qué no estaban mis papás. Él me había abandonado cuando ella estaba embarazada y mi mamá me dejó para poder ir a trabajar, la veía una vez al año. Tenía problemas en los oídos y me operaron por una infección.
Con el tiempo, mi madre me llevó a la casa de familiares y ahí sufrí un abuso. Me guardé el odio, le dije que quería ir a trabajar, prefería irme antes que volver a pasar por eso”.
Un camino solitario
“Al vivir sola, pasé hambre y frío. Necesitaba encontrar el amor, deseaba tener una familia. Salí con personas que me llegaron a golpear. Me pegaron hasta romperme la boca”.
Marcelo, también soñaba con tener un hogar: “Yo era músico, vivía de noche. Tuve una relación en la que vivíamos peleando por celos y ella intentó suicidarse. Estaba frustrado y usaba a las mujeres. Cuando conocí a Ada, le pregunté si era celosa”.
“Al principio, disimulaba mis celos. Él se iba y yo me volvía loca, rompía todo. Cuando no estaba, lo extrañaba, volvía y quería matarlo. Estaba deprimida. En el trabajo, iba al baño y me sentaba a llorar. Tomaba pastillas para dormir, ni cuando dormía tenía paz. Intenté quitarme suicidarme cinco veces”.
Cuando la vida no vale nada
Marcelo veía que la mujer que amaba se derrumbaba: “En una discusión, me desgarró la remera. Una vez la encontré drogada, se había querido matar, fue una imagen imposible de olvidar. Quiso matarse, estaba pasando de nuevo. Llorando, le pedí que me dejara”.
“La última vez, estábamos peleando, abrí la puerta del auto y me tiré. Cayó el maquillaje, mi cartera, íbamos a toda velocidad. Mi pelo rozaba el asfalto y él me agarró con una mano, con la otra, sostenía el volante, me desmayé. Terminé en el psiquiatra, luego perdí el trabajo.
Conocí la Universal y cuando llegué a casa noté que vivía en la oscuridad. Abrí las ventanas, limpié y dormí profundamente. Después, él decidió acompañarme.
La depresión y mi problema de salud desaparecieron. Decidimos casarnos y tuvimos la hija con la que soñaba. Perdoné a mi papá y ahora tengo una buena relación con él”.
“Entendí que primero hay que buscar a Dios, Él es la base de todo. Ada es la mujer de mi vida, la extraño cuando no estoy con ella. Hay amor, diálogo. Formamos la familia que siempre quisimos”, finaliza Marcelo.
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