El Obispo Macedo enfatiza: “Huya de las malas compañías. Es imposible convivir con alguien y no ser influido de alguna manera. Por eso, saber seleccionar su círculo de amistades es esencial, para quien desea mantener la fe, el temor y la conducta irreprensible delante de Dios”.
Tristemente, muchos cristianos intentan convencerse de que pueden mezclarse con personas que no comparten su fe, sin ser confundidos.
En 1º Corintios 15:33, el Apóstol Pablo orienta: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.
El rey David también escribió: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado.”, (Salmos 1:1).
Vale recordar que el impío es aquel que no vive de acuerdo con la fe y el escarnecedor es el que difama. Entonces, qué tipo de resultados tendrá al convivir con una persona que tiene valores distintos a los suyos.
A veces, no logra reconocer si una persona es tóxica inmediatamente. Pueden verse con opinión sutil que cuestiona la Biblia, una broma de mal gusto contra la Iglesia o un chiste sobre un Pastor. Son semillas que pueden destruir todo lo que Dios ha hecho en su vida.
Cuando una persona tiene una relación verdadera con el Señor, no logra hacer nada que desagrade al Altísimo. Por eso, no se engañe al creer que debe acercarse más a ellos, solo porque comparten el lugar de trabajo, la escuela o porque son vecinos.
El verdadero cristiano no participa de nada que desagrade a Dios. Él nos muestra que, si blindamos nuestra fe, estará con nosotros:
“Y seréis aborrecidos de todos por causa de Mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.”, (Mateo 10:22).
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