Muchas personas creen en Dios desde la infancia, sin embargo, no han visto el resultado de esa creencia, viven una vida de mala calidad.
Pero ¿por qué ocurre esto?
Dicen:“¿Por qué Dios no corresponde a mis necesidades?”
“Yo tengo fe y no le hago daño a nadie, ¿por qué mi vida no cambia?”
¿No es eso lo que escuchamos muchas veces?
Pero todos conocemos lo que las Escrituras dicen en Lucas 6:38: “Dad, y se os dará (…) porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.”
Dios le va a dar a la persona de acuerdo con lo que ella Le de a Él.
Eso es una ley fija.
Hay personas que son injustas, dan poco y quieren recibir mucho. Y no estamos hablando de dinero, sino de dar la vida.
Es imposible que la persona dé una cosa y reciba otra.
La Biblia dice que el hombre cosecha lo que siembra. Si siembra manzanas nunca puede esperar cosechar peras.
Las personas tienen tiempo para todo, pero cuando se trata de Dios no tienen tiempo para Él, y después quieren recibir de Él Sus promesas.
Ellas se preguntan por qué no tienen todo de parte de Dios, y la respuesta es porque Dios no tiene todo de parte de ellas, es decir, ellas tienen de Dios exactamente aquello que Dios tiene de ellas.
“… porque Yo honraré a los que Me honran, y los que Me desprecian serán tenidos en poco.” 1 Samuel 2:30
Dios dijo eso. Es nuestro todo por el TODO de Él. Si uno quiere TODO tiene que dar todo.
Esta es la respuesta a la pregunta de muchas personas sobre la razón por la cual sus vidas no cambian, porque ellas han despreciado a Dios, porque aman a algo o a alguien más que a Dios. El desprecio a Dios es visto cuando la persona no considera la voz de Dios.
Dios tiene que estar en primer lugar en nuestra vida.
El sacerdote Elí puso a sus hijos, que estaban haciendo lo malo, por encima de Dios. No los reprendió. Los amó a ellos más que a Él. Y Dios lo rechazó por eso.
No es que la persona no deba amar a su familia, pero Dios tiene que estar por encima de ella. Muchas veces la persona coloca a otros por encima de Dios y, en el momento de la dificultad, esos otros desaparecen y la abandonan. Pero Dios siempre está con ella ¡en las buenas y en las malas!
La fe inteligente es vista cuando la oración que sale de la boca de la persona condice con sus actitudes ante Dios, y eso es la fe sincera, verdadera, la fe del sacrificio. Esa fe es diferente de la fe falsa.
El que tiene esa fe falsa dice: “Señor, yo te amo”, pero no Le entrega la vida. Y la fe del sacrificio debe ser todo por todo.
Para Dios no sirve de nada hacer y no ser, y es por eso que muchos no reciben el Espíritu Santo, porque no se entregan, pues el recibimiento del Espíritu Santo es una prueba de que la persona se ha entregado de cuerpo, alma y espíritu a Dios. La fe pura y sincera es la fe que honra a Dios.
Muchos quieren tener un pie con Dios y un pie afuera, y eso no es posible.
No hablamos de ser fanáticos, sino de obedecer a la Palabra de Dios llevando una vida honesta, siendo marido de una sola mujer, mujer de un solo marido. ¿Es malo eso?
Quizás para el mundo sea locura, pero la persona que hace eso apoya su cabeza en la almohada y duerme siempre en paz.
¡Quien no debe no teme!
Dios tuvo fe en la humanidad a tal punto que Él dio a Su Único Hijo en favor de la Salvación de la humanidad, por esa razón, la única manera en que la humanidad puede probar la fe en Él es a través del sacrificio. La fe del sacrificio, la fe del todo por todo, es la única fe que justifica al pecador.
Es así de sencillo. Es sacrificio.
Le entrego todo de mí y Dios me entrega Su TODO.
Cuando la persona llega a Dios y Le dice: “Estoy cansada de vivir esta vida. Ya no aguanto más, ya no quiero vivir de apariencia…”
Cuando reconoce, confiesa y se entrega por completo, puede haber sido la peor persona de este mundo, pero nada importa, porque Jesús la abraza y la hace una nueva criatura. Como sucedió con aquella mujer a la que todos querían acusar:
“Entonces los escribas y los fariseos Le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, Le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, Se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni Yo te condeno; vete, y no peques más.” Juan 8:3-11
Dios quiere que las personas se entreguen a Él para darles una nueva vida, ¡pero la entrega debe ser total! De lo contrario, tendrán de Dios solo aquello que Le entreguen.
Jesús dice: “Dame tu corazón, te daré paz.”
Si la persona se entrega a Él por completo, Jesús quita su carga y le da una nueva vida.
Piense en eso.
Obispo Francisco Couto