“He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.”
Mateo 13:3-8
¿De qué forma recibe usted la Palabra de Dios (semilla)?
CAYÓ JUNTO AL CAMINO:
– oye la palabra, pero no asimila su propósito. No entiende los reales motivos para ponerla en práctica;
– no entendiendo, el diablo le roba la Palabra.
Es esa persona que oye la Palabra del Reino y no entiende.
CAYÓ EN PEDREGALES
– oye la Palabra;
– enseguida la recibe con alegría;
– pero no tiene raíz en sí misma;
– por ser sembrada entre las piedras, la Palabra no cría raíz. Pronto brota;
– Cuando llega la angustia y la persecución por causa de la Palabra, la persona se ofende de inmediato.
Es esa persona que, aparentemente, recibió la Palabra de Dios, pues la recibió con alegría. Pero debido a que no prestó atención a la profundidad de su alma (tierra), miró su propia vida superficialmente. La semilla pronto brotó, pero sin profundidad y sin raíz. Con la llegada de la angustia (voluntades no correspondidas y pedidos a Dios no respondidos) y la persecución (los medios de comunicación, los chismes, la malicia por parte de los demás), ella solo confirma su insatisfacción. Entonces, se escandaliza con la Palabra (Dios, iglesia, siervos de Dios).
CAYÓ ENTRE ESPINOS
– crece pero es ahogada;
– incluso oye la Palabra;
– pero las preocupaciones de este mundo (universidad, familia, amistad, trabajo, éxito, vanidad, vida sentimental, hogar, organización, perfeccionismo, etc.);
– y la seducción de las riquezas (dinero, popularidad, posición, título, gloria, más autoridad, etc.) la ahogan;
– y la Palabra se vuelve infructífera.
Es esa persona que oye la Palabra, pero sus preocupaciones en este mundo le hacen prestar más atención a esas cosas que a agradar a Dios. Y el cuidado de este mundo la lleva a otra etapa, que es la seducción de las riquezas. La persona pone toda su fuerza en sus cuidados, e incluso crece. Crece en responsabilidades; a los ojos de los demás, tiene más éxito, más poder, más autoridad, sin embargo, esas conquistas la ahogan; vive ansiosa por el día de mañana. Su relación con Dios es fría, porque Dios dejó de ser sus primicias para ser lo que le sobra. Ella sirve a las riquezas.
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Mateo 6:24-25