Toda ofrenda que se ofrece a Dios revela lo que está en el corazón del ofrendante y muestra su relación con Él. A través de la ofrenda a Dios, la persona transmite amor, cariño, dedicación y consideración.
Solamente los que un bello día tuvieron un encuentro real con el Señor Jesucristo pueden valorar la grandeza, la gloria y la importancia de los diezmos y de las ofrendas.
Sin embargo, el privilegio de ser diezmista y ofrendante no ha sido de todos. Pocos conocen de verdad el significado de dar y recibir de Dios, principalmente porque esa relación incluye el mayor y más importante sentimiento que puede habitar el corazón del hombre – la fe.
La Biblia está repleta de ejemplos, tanto de personas simples y humildes, como de los más importantes y ricos ejecutivos que experimentaron la alegría y el gozo de poder ofrecerle algo a Dios. Muchos fueron impulsados por el sentimiento de gratitud; otros, movidos por un profundo amor; y existen aquellos que lo hacen por el placer de ayudar. El médico y evangelista Lucas, en su Evangelio, dice:
“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios, y los doce con Él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que Le servían de sus bienes.” Lucas 8:1-3