Son muchas las personas que, al pasar por momentos difíciles o problemas, se refugian en el vicio de la droga o el alcohol. Conozca la historia de Gabriel Arrieta y lo que él hizo para salir adelante.
Cayendo al vacío
“Nací en San Juan, me crió mi mamá como pudo. A los 14 años ingresé a la armada y estuve allí hasta los 28. Viajé, conocí el mundo, la pasé muy bien. Luego me casé, tuvimos un hijo, pero el matrimonio no funcionó. Yo era una persona agresiva, compulsivo, muy violento, era autoritario y no escuchaba. Caí en las drogas y en el alcohol, mi vida se volvió un desastre. Todo empezó con una copa entre amigos. Como era muy introvertido, tenía que tomar para hacer algo. Eso me llevó al desastre. Con la mamá de mi hijo teníamos dos negocios, cada uno su peluquería. Yo, por andar en la noche y con mujeres, destruí mi matrimonio. Perdí todo: negocio, casa, auto, familia. Caí y ahí quedé. Primero tuve que vender todo, herramientas de trabajo, reloj, anillos, cadenas, hasta que me quedé en la calle, no tenía una moneda. Empecé a tomar más, me fui degradando como persona. En la calle, uno tiene que pelear su lugar, si no se hace respetar, lo pisotean o lo tienen como trapo de piso. Pedía monedas en los colectivos, iba a las iglesias en búsqueda de ropa y comida. En invierno había que tomar mucho alcohol para anestesiarse por el frío en la calle. El olor por no bañarse era insoportable, no se iba, no había con qué combatirlo. Pasar la noche en la calle no es fácil, no hay donde bañarse ni higienizarse, todas esas cosas se van perdiendo. A uno después le da lo mismo no bañarse un día o por tres meses. La gente no se te acerca, fui rechazado y marginado por la sociedad. Por las noches no podía dormir, tenía que tomar alcohol o fumar para lograr conciliar el sueño. Intenté tirarme en las vías dos veces. Hacía tiempo que no veía a mi hijo, y una noche me lo crucé y me dijo `¿papá cómo estás?´. Fue muy duro verlo grande y yo estando en esa situación, eso me dolió muchísimo”.
Una oportunidad
“No me daba cuenta de que necesitaba ayuda. Un día, un amigo me encontró en la plaza de Constitución. Me llevó, me bañó, me dio ropa y comida. Después me trajo a la Universal. Me costó mucho liberarme, pero perseverando y luchando fui saliendo adelante. Hoy en el banco tengo una chequera con un descubierto de dos millones, puedo viajar, salir con mi familia y comprar lo que quiera. Tengo cuatro barberías y mi casa propia. Con mi hijo nos llevamos bien. Dios me da seguridad, estoy acá porque Él me dio la oportunidad y se lo agradezco cada mañana”.
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