Dora llegó con su vida destruida: “La Universal fue la última puerta que toqué. Yo iba a matarme, debido a eso tuve siete intentos de suicidio: me quise tirar debajo del tren, cortar las venas, intenté tomar veneno para ratas y pastillas. Caminaba por la ruta y pensaba `cuando venga un camión me tiro´, pero siempre había algo que me lo impedía, decía `voy a volver porque mis hijos están solos, quién los va a atender´.
También sufría con mucho dolor de rodillas, casi no podía caminar, tenía que arrastrar las piernas. Me decían que tenía cáncer, tumores en el útero.
No tenía trabajo, estuve así dos años. Si tenía para darle de comer a mis hijos estaba bien, por mí no me preocupaba. Era una situación fea, porque salía con ellos y me pedían cosas y no se las podía comprar, era muy humillante. Me deprimía porque no tenía trabajo, me encerraba y no quería hablar con nadie. Sabía que nadie iba a solucionar mi problema.
Era muy agresiva, les pegaba mucho; tampoco dormía por las noches.
Tenía el vicio del juego. Empecé acompañando a una amiga, me pasaba la noche jugando en la casa de otras amistades. En el momento la pasaba bien, pero después volvía todo la malo.
Mi hija venía a la Iglesia y me invitaba, pero yo no quería saber nada. Hasta que un día estaba tan mal y decidí acercarme. A partir de ese día todo se empezó a transformar. Comencé a hacer las Cadenas y los propósitos y me fui liberando. Finalmente tuve un encuentro con Dios y gracias a eso, mi vida cambió totalmente”.
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