Vanina Arenas: “Con mi familia sufrimos un periodo de esclavitud de dos años. El problema comenzó cuando a mi hermano lo detuvieron. Le iban a dar 27 años de prisión. En ese entonces se realizó una Hoguera Santa y le conté a mi hermano sobre eso. Le dije que se tenía que entregar a Dios un cien por ciento. Un día empecé a orar y cuando terminé escuché que golpeaban la puerta, abrí y era mi hermano. ¡No lo podía creer! Mi hermano obtuvo libertad física y espiritual”.
Antonio Mazzei: “Yo dejé de ser esclavo de la miseria. Trabajaba en una fábrica donde siempre era humillado. En ese momento me quería casar, pero no podía pagar un alquiler. Empecé a involucrarme en vicios y en esa situación llegué a la Iglesia. En una campaña del Monte Sinaí hice un desafío. Ahí se empezaron a abrir las puertas. Abrí mi primer negocio y empezó a crecer. Alquilé un galpón y empecé a fabricar calzados. Pude conquistar mi primera casa. En mi vida cambió todo. Me casé, tenemos dos hijos y somos felices”.
Andrea Solís: “Desde mi infancia viví una vida vacía, en medio de una esclavitud. Conocí después a mi esposo y formamos una familia. Durante años estuve yendo a la Iglesia, pero hacía las cosas a mi manera. En dos oportunidades intenté quitarme la vida. Me aparté de la Iglesia, nos quedamos en la miseria y decidimos volver. Un día mi esposo fue diagnosticado con HIV. Me hice estudios y yo también lo tenía. Él se enfermó y falleció. Ahí toqué fondo. Surgió la oportunidad de participar en una Hoguera Santa. Después me volví a hacer los estudios y el virus ya no estaba”.
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