La fe sin obras es muerta. Podemos leer esa afirmación en Santiago 2:14-17: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? (…). Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” Por eso, la fe de un ciego de nacimiento fue puesta a prueba y aprobada para que tuviera la oportunidad de ver. Jesús escupió en la tierra, hizo barro con su saliva y lo untó en los ojos del ciego. Luego, le ordenó que se lavara en el Estanque de Siloé. Además de recibir la vista, el joven pudo ver en su vida al propio Dios.
Muchos, aunque están hace años en la Iglesia, permanecen ciegos espiritualmente porque se posicionan solo como oyentes. Están ciegos para el Altar y para el sacrificio. Escuchan las maravillas de Dios en la vida de otras personas, pero no ven el poder de la fe en sus vidas porque mantienen su fe dormida, inoperante, solamente como un adorno, como si fuera un simple accesorio.
La valentía delante de la adversidad
Podemos ver que la primera manifestación de fe del ciego fue precisamente creer y levantarse, aun ante las dificultades. Incluso con todas las limitaciones, tuvo que bajar un valle por sí solo y depararse con una escalera de 34 escalones. Pero cuando se levantó para ir a lavarse, dejó hacia atrás la condición de víctima, de pobrecito, para sacrificarse por la vida que deseaba. Una vida que nadie le había presentado antes. El camino para el Altar es el mismo, porque la disposición, el sacrificio y la locura de la fe son iguales.
¿Quién quiere ver?
La fe bíblica le muestra a cada uno la fuerza que tiene el sacrificio. Ese sacrificio es muy necesario cuando se trata de la comunión con Dios -que significa renunciar a la propia voluntad para tener una buena conciencia-, también exige, de cada uno, la disposición para poner a prueba la fe que posee.
Estamos en la fe de otra Hoguera Santa de Israel rumbo al Monte Sinaí, el Monte de los Imposibles. El lugar donde Dios le dio a Moisés la autoridad, no solo para liderar y liberar a Su pueblo de la esclavitud, sino para llevarlo a la Tierra Prometida. El propósito tiene como objetivo despertar la fe inteligente del que está esclavo de una situación, como lo estaba el ciego al principio, y que no ve la salida o la posibilidad de que sus problemas se solucionen.
Sobre todo, la Hoguera Santa es una oportunidad para despertar la fe, como lo fue el barro en los ojos del ciego. Este es el momento en el que la fe les unta los ojos a muchos para que despierten y se levanten.
Los valientes reaccionan al barro en sus propios ojos y se dirigen al Altar, sabiendo que allí encontrarán las respuestas.
El cuidado necesario
Muchos creen que solo el hecho de llegar al Altar es suficiente. Sin embargo, no se trata de ir al Altar, sino de qué manera llegar allí. “… Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda al Señor. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró el Señor con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? …” Génesis 4:3-7
Hay y siempre habrá una batalla entre la fe sacrificial y la fe emotiva. Esta última incentiva al sacrificador a hacer lo que puede y no lo que debe hacer. Por eso, ponga en práctica lo que realmente debe hacer.
Solo los fuertes sacrifican
¿Por qué muchas personas en la Iglesia siguen desanimadas y disgustadas por su propia realidad? Porque aún no se dieron cuenta de que, para permanecer débiles, solo deben insistir en una fe disfrazada, acorralada y fingida. Solamente los fuertes sacrifican y, si a través del sacrificio uno sigue siendo débil, debe evaluarse a sí mismo. La verdad es que los que engañan al Altar terminan engañándose a sí mismos.
Después de todo, es imposible que alguien suba al Altar y baje de él siendo la misma persona, como le sucedió a Moisés. Como Él subió al Monte de manera voluntaria, Dios encontró un lugar para encontrarse con Él.
¿Quién está dispuesto a subir al Altar y confiar toda su vida en el Altar? ¿Quién está dispuesto a renunciar a su propia debilidad, que es una especie de contrafuerza que no lleva a ningún lugar? “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” Josué 1:9
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