La renuncia del príncipe Harry, junto a su esposa, Megan Markle, a la corona británica, conmocionó a la familia real. Esta noticia, dada a conocer recientemente, también impactó mediáticamente, al punto de que la prensa apodó al quiebre como “Megxit” (en alusión a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, “Bretix”). Aunque la pareja no salió a hablar sobre los motivos de su decisión, se dice que las presiones ejercidas por la corona podrían haber desencadenado la desvinculación, sumado al hostigamiento que Megan recibía de parte de los medios ingleses.
Harry y Megan se propusieron a vivir una vida independiente de la realeza, en Canadá, con su pequeño hijo, Archie. Es decir que ahora, los duques, están exentos de las responsabilidades de la monarquía y no reciben dinero de los fondos públicos.
Comparación con la vida espiritual
Sin importar el motivo por el cual la pareja se desvinculó de los privilegios de la corona, este evento nos invita a pensar y a compararlo con la vida espiritual de muchas personas. Al fin y al cabo, no sucede con frecuencia que un príncipe abandone los títulos de la realeza. Lamentablemente, al igual que los duques, hay personas que deciden dar un paso al costado, en este caso, de la fe.
Dios es Padre y no espera que ninguno de Sus hijos salga de Sus cuidados. Él no es un dictador que obligue a alguien a seguirlo. Al contrario, el Señor respeta todas nuestras decisiones, por más terribles o dolorosas que sean.
En los días actuales, muchos han elegido salir de las iglesias para sentir alivio de las responsabilidades que tienen como siervos del Altísimo.
Dios no se complace al ver que uno de Sus hijos se desvía y camina ciegamente rumbo a la perdición eterna. La decisión que toma, tarde o temprano, tendrá su consecuencia, porque lejos de la braza de la fe (iglesia) se apagarán: no tendrán fuerzas para luchar ni mucho menos para vivir.
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” 1 Corintios 10:12.
Todo cuidado es poco en lo que respecta a la Salvación del alma. Si ayer luchó por ella, hoy debe luchar mucho más, para que mañana usted no sea el próximo desertor del Abrigo de Dios.