Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Romanos 8:8-9
Pablo sabía que en el medio de los nuevos cristianos romanos había muchos que aceptaban a Jesús como Salvador, pero no como Señor.
Es decir, habían aceptado la fe cristiana, pero no se habían rendido a la misma fe.
A pesar de identificarse con los nuevos cristianos verdaderos, aun así, eran carnales como otrora.
Es lo que ha sucedido con la mayoría de los creyentes: aceptan a Jesús, pero no se entregan a Él.
Razón por la cual están impedidos de recibir el Espíritu Santo.
Están años en la iglesia, reciben vasto conocimiento de la Palabra, conocen los oráculos de Dios, pero no los practican. Son hijos de la carne.
En su carta a los cristianos romanos, el apóstol deja bien claro que quien no tiene el Espíritu de Dios no pertenece a Él.
Puede incluso ser fiel en la iglesia y andar de acuerdo con las costumbres religiosas, pero si no tiene el Espíritu del Señor Jesucristo, no Le pertenece.
Y no hay cómo fingir tener el Espíritu Santo. Sus carnalidades lo identifican.
Cuando se es sellado con el Espíritu de Jesús, los pensamientos, los sentimientos y el corazón son combinados con los del Señor Jesús. No hay cómo engañar todo el tiempo.
Pablo dudaba de la conversión sincera de muchos romanos, teniendo en cuenta, en otras palabras: Ustedes no deben estar en la carne, sino en el Espíritu, si, de hecho, el Espíritu de Dios habita en ustedes.
…y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Romanos 8:9
He visto a muchos supuestos convertidos sirviendo como siervos, hablando como si estuvieran llenos del Espíritu y comportándose (en la iglesia) como si fueran hermanos…
Sin embargo, en casa, en el trabajo, en la escuela, o en la calle, hablan como los idólatras, se visten como los incrédulos, reaccionan como los endemoniados, y poco difieren de los hijos de las tinieblas.