¡El nombre del estanque es enviado! Y el que envió al ciego fue el Señor Jesús.
Hoy, el que envía es el Espíritu de Jesús que está en nosotros. ¡Solo nos acompañarán al estanque de Siloé los enviados! El enviado no duda, el enviado no argumenta, el enviado no discute opinión, el enviado no busca facilidades, el enviado no huye del sacrificio, ¡porque el que cree no huye!
¡No se trató de cualquier estanque, sino del estanque que el Autor y consumador de la fe envió!
¡Honrar al que me envió significa sumisión!
El enviado manifiesta las obras de Dios. Si no estoy dispuesto a obedecer el mandamiento de la fe, no puedo probar de las grandezas de Dios en mi vida.
El Señor Jesús envió, ¡no pidió! Si quiero ver lo que Dios promete, tengo que obedecer.
No solo cambió la cuestión física, sino también la económica.
Basta de vivir de limosnas.
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