Jerusalén estaba destruida después de haber sido atacada por sus enemigos. Ante esta situación devastadora, Nehemías, un copero de la realeza de Susa, regresó a Jerusalén con el permiso del rey para reconstruir sus muros.
Cuando llegó a la ciudad, entendió que no era lo único que estaba en ruinas, también lo estaba el ánimo de los que vivían allí. Es decir, la reconstrucción de Jerusalén dependía de su fe.
“Pasé luego a la puerta de la Fuente, y al estanque del Rey; pero no había lugar por donde pasase la cabalgadura en que iba. Y subí de noche por el torrente y observé el muro, y di la vuelta y entré por la puerta del Valle, y me volví. Y no sabían los oficiales a dónde yo había ido, ni qué había hecho; ni hasta entonces lo había declarado yo a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los demás que hacían la obra.” Nehemías 2:14-16
En estos pasajes queda demostrado que el hecho de que Nehemías recorriera y observara las murallas destruidas, tanto por dentro como por fuera, serviría para saber exactamente dónde estaba la falla, ya que si las murallas no pudieron resistir los ataques fue porque su construcción no había sido buena. Es mucho más difícil volver a reconstruir los muros que comenzar a edificar desde cero, sin embargo, tenían la oportunidad de corregir los errores de la primera construcción.
Si usted se equivocó, pero está arrepentido, Dios lo ayuda a identificar el error y a reconstruir lo que ha estado en ruinas. Use su fe para cambiar esa situación y Dios lo ayudará a construir cimientos fuertes para que cuando los enemigos, es decir, los problemas, se acerquen, usted pueda permanecer de pie.