El caos llegó inesperadamente y tomó a la humanidad por sorpresa.
En esta zancadilla, muchas personas cayeron y están abrumadas por el sufrimiento. Por mucho que se hable de una solución que viene de aquí y de allá, internamente, todos saben que un libramiento real y efectivo está lejos de llegar por medios naturales.
Además de los dolores causados por las pérdidas, hay muchas incertidumbres sobre el mañana. El coronavirus llegó y demostró que el ser humano no tiene control sobre la vida. Encima humilló a la ciencia, pues, nunca vimos tantos consejos incompatibles con respecto a combatir una enfermedad. Pero, el Covid-19 también sacudió a la economía mundial y expuso la fragilidad del sistema político, que tuvo dificultad para crear estrategias eficaces para contener la pandemia.
Ante toda esta crisis, hemos oído el llanto y el lamento de jóvenes, de padres, de ancianos, de desempleados, de enfermos y desamparados por todos lados.
Hay un grito urgente en la garganta de los afligidos, pero la mayoría no sabe cómo desahogar toda la angustia que carga en el pecho.
Sí, la vida es dura. Y no se detiene para darle tiempo para llorar, quejarse o inquietarse. Con dolor o sin dolor, honrado o humillado, feliz o triste, el tiempo no perdona. La vida va pasando y, sin esperanza, muchos están deprimidos, desesperados, y hay otros que incluso han planeado suicidarse.
Pero ¡existe el socorro perfecto para el golpe que usted sufrió!
¡Eso mismo que leyó! Hay un lugar donde se puede encontrar alivio inmediato para todos los problemas, y basta solo una acción de su parte para que eso suceda. Por lo tanto, nadie necesita continuar viviendo sofocado por las necesidades, si tiene intrepidez y coraje para correr hacia el Trono del favor de Dios.
La invitación ya fue hecha:
“Acerquémonos, pues, confiadamente (con intrepidez) al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:16
El acceso al Altísimo está abierto a todos. No delegue a terceros lo que le dijeron que hiciera usted mismo. El socorro “oportuno” es hoy, justamente el momento de su mayor aflicción.
Tenemos la garantía en la Palabra, de que el Señor Jesús nunca dejará de recibirnos, de oírnos atentamente y de atendernos. Tampoco Se atrasará para este encuentro. Mucho menos nos dirá que volvamos en otro momento, porque considera la urgencia de cada persona.
Entonces, nuestro SEÑOR, continúa en Su Trono y podemos encontrar primero misericordia, después, el favor que tanto necesitamos. Es decir, tenemos Su bondad ya desde el principio al decirnos que somos aceptados, y podemos encima exponer nuestras necesidades detalladamente para encontrar la solución.
Ante eso, acérquese ahora al Trono de la Gracia sin miedo, pues, le fue dada libertad para eso. Pero, el requisito fundamental para recibir la respuesta es creer, sin dudar.