Para alcanzar un sueño o para obtener una conquista es necesario siempre sacrificar y, aún más, para recibir las promesas de Dios.
El sacrificio que trae resultados es aquel donde la persona entrega su vida por completo al Señor Jesús. En otras palabras, no entrega solo su sacrificio material en el Altar, sino que, también, entrega sus pecados.
“¿Y quién podrá soportar el tiempo de Su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando Él se manifieste? Porque Él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán al Señor ofrenda en justicia” (Malaquías 3:2-3).
Los metales, como el oro y la plata, se extraen de la naturaleza con sus correspondientes impurezas. Sin embargo, deben pasar por un proceso de refinación a través del fuego para que obtengan su debido valor. Por ese motivo, la Biblia realiza esta analogía entre el fuego y el Señor Jesús.
Cuando la persona se entrega por completo al Altar de Dios, renuncia a su pasado, a sus malos sentimientos y a su vida pecaminosa. A cambio, el Señor la purifica para que, a partir de aquel momento, comience a ser usada por Él y lleve Su gloria a todas las demás.
Solo un verdadero y completo sacrificio es el que trae resultados y la Hoguera Santa es la oportunidad para realizarlo.