Una persona que goza de buena salud puede morir en cuestión de segundos, ya sea por un accidente automovilístico, por el desplome del techo de la casa, por una catástrofe natural, por un infarto, entre otros causantes. Sin embargo, no todos están preparados para ese momento.
En el atentado al World Trade Center, por ejemplo, casi 3 mil personas murieron por el impacto de los aviones en las torres gemelas. Para muchos, esa mañana del 11 de septiembre de 2001 comenzó de manera normal: desayunaron, se dirigieron a sus oficinas y se prepararon para la extensa jornada laboral. No obstante, en poco tiempo, todo se terminaría para ellos: sus sueños, sus planes y su vida.
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).
El alma de una persona es inmortal, pero tiene dos posibles destinos: el Cielo o el infierno. Muchas personas están demasiado preocupadas por resolver sus problemas y, debido a eso, no le dan importancia a su Salvación. Pero si hoy murieran estarían condenadas al infierno.
Reflexione
Vigile y cuide su alma, porque ¿de qué servirá haber conquistado todo en el mundo y haber perdido la Vida Eterna?