Generalmente, la razón por la cual las personas cuestionan la fe es que, al considerar que los hechos y los milagros registrados en la Biblia no son tan frecuentes en los días de hoy, ponen en tela de juicio su efectividad y, por ende, su veracidad. Sin embargo, este pensamiento de duda tiene una explicación.
Pese a que la humanidad se transformó con el paso del tiempo, Dios no cambió su manera de pensar. Sus promesas siguen vigentes y listas para que todos los que practican la fe las exijan y se apoderen de ellas. No obstante, aunque las bendiciones están al alcance de todos, muchas personas están imposibilitadas de conquistarlas debido a que su fe está neutralizada.
Por ejemplo, en una ocasión, el Señor Jesús tuvo que imponer dos veces Sus manos sobre un ciego para poder sanarlo, porque la fe del hombre estaba anulada con las cosas que escuchaba en la aldea (Marcos 8:22-26).
Como sabía lo que le sucedía al ciego, el Señor Jesús lo sacó de inmediato de aquel ambiente y, para despertar la fe que él tenía, escupió en sus ojos y le impuso las manos. Pero el ciego no recuperó la vista por completo. Por lo tanto, el Señor tuvo que colocar nuevamente las manos en sus ojos para que el milagro finalmente sucediera. Ese fue, sin duda, un caso inusual, dado que el Señor tuvo que repetir un procedimiento para realizar la cura.
La fe se invalida cuando el ser humano se deja contaminar. En la actualidad, debido al aumento de la comunicación y de la tecnología, las personas están más propensas a intoxicar su fe con los excesos de información y con todo tipo de impurezas que el mundo ofrece.
¿Qué ha contaminado su fe?
Dios quiere entrar en su interior y hacer milagros en su vida. Sin embargo, para que la fe resulte efectiva, debe apartarse del mal. Deténgase y reflexione por un momento: si el ciego tuvo que salir de la aldea para que Jesús hiciera el milagro, ¡cuanto más nosotros debemos apartarnos de las cosas y las voces de este mundo para que Él pueda actuar!