El corazón comienza a latir más rápido, la respiración se hace más intensa y los pensamientos negativos atacan la mente. Poco a poco, la desesperación toma el control de la vida de la persona que, ante un determinado problema, se siente derrotada y no sabe qué hacer para vencerlo.
De acuerdo con el diccionario Oxford Languages, la desesperación se define como la “pérdida de la paciencia o de la tranquilidad de ánimo, causada generalmente por la consideración de un mal irreparable o por la impotencia de lograr éxito”.
La desesperación es producto de la ansiedad y de la duda. Cuando la persona no mantiene su fe en las promesas de Dios, comienza a preocuparse y a creer que las adversidades tienen el poder suficiente para destruirla. De esta forma, se siente consternada y deja de pensar de manera racional.
Por esta razón, muchos que se dejaron llevar por la desesperación y la falta de cordura han tomado decisiones impulsivas con consecuencias trágicas.
¿Cómo evitar caer en la desesperación?
Si la persona está dentro del Reino de Dios, hace Su voluntad y permanece en la fe, el Altísimo se hará responsable de su vida. Por lo tanto, no dejará que nada malo le suceda, sino que la protegerá y suplirá todas sus necesidades.
La Biblia relata que, durante una época de gran sequía, el Señor sustentaba a Elías en el desierto con alimentos que los cuervos le traían. Es sorprendente que, a pesar de que estas aves de rapiña sean carnívoras y no muy buenas cuidando a sus crías, Dios transformó la naturaleza de estos cuervos para que pudieran llevarle la comida al profeta.
Si la fe y la confianza de Elías provocaron semejante milagro en un período tan difícil, ¿qué le impedirá a Dios hacer lo imposible en la vida de los que se esfuerzan por agradarlo?
“Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el Reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.” Lucas 12:29-31.